23 octubre 2008
LA CUESTIÓN DEL ABORTO (I)
17 octubre 2008
DE TALENTOS Y OTRAS SAGAS ( y III)
09 octubre 2008
DE TALENTOS Y OTRAS SAGAS (II)
DE TALENTOS Y OTRAS SAGAS (I)
No es ésta la propia tinaja, sino otra coetánea encontrada en Qumran.
Los breves de la prensa adelantaban -ya se sabe que la premura informativa acaba por dejar muchas veces en el aire datos, que sólo con algún esfuerzo pueden confirmarse después- que con toda probabilidad se trataba de una parte sin catalogar del material depositado en la biblioteca de la Facultad de Filología por Don Tomás Palazuelos a su jubilación. El conjunto en cuestión consistía en los negativos ya citados y en una moleskine de octavilla completamente escrita a lápiz aparentemente por el propio Don Tomás.
01 octubre 2008
LA OBRA SE JUZGA SOLA
01 septiembre 2008
LO QUE NOS PERDEMOS
En este presente nuestro habría que ver a Hipócrates soltando eso de que ars longa vita brevis, pero sentado frente a un ordenador con el gúguel y la güiquipedia a su servicio. Terrible, oiga: qué dispendio de horas... Algo habrá que poner aquí algún día sobre el valor del tiempo, que estamos que lo tiramos e igual va y hasta nos queda poco que tirar. En fin.
El caso es que parece que a finales de los sesentas algún ornitólogo avispado constató que los vencejos (apus apus, si es que hay que decirlo) comen, duermen y copulan en el aire. Volando, o sea. Y que únicamente se posan para poner, incubar los huevos y criar mínimamente a sus polluelos, tareas estas últimas que no les ocupan en su conjunto más allá de tres meses de cada año. Hombre, es verdad que tendría muchísimo mérito que también pudieran poner huevos e incubarlos en el aire, y es igualmente cierto que ya sólo lo de la cópula en vuelo da para un rato de bromas, pero vamos a dejarnos de malabares, que nos dispersamos.
Lo cual que según esta información los vencejos permanecen en vuelo durante -agárrate, Fermina- nueve meses al año sin interrupción. Y que todo eso empieza una buena mañana cuando las crías sin necesidad de aprendizaje previo alguno abandonan el nido volando tan ricamente para no volver jamás.
El que escribió el artículo (éste) en la güiquipedia afirma que cuando llega esa hora violeta de las noches de verano en que comienza uno a ver en el aire más murciélagos que vencejos, lo que las aves hacen en realidad con gran discreción es remontar su vuelo hasta los dos mil metros de altitud y dormir allí en las alturas. Eso sí, aseguran que durante el sueño reducen el aleteo de los habituales 10 movimientos por segundo a tan sólo 7. Así cualquiera.
20 agosto 2008
EXPLICACIONES (y II)
Total que al final quedó satisfecha Doña Fernanda y ahora va Gabriel y se molesta porque se haya comparado a los hombres con los perros.
"¿En serio que tienes perro, macho? ¿En Madrid, viviendo en un apartamento y trabajando como abogado y todo lo demás, tienes tiempo de cuidar un perro? Lo tuyo es de placa y banda, o mejor aún de encomienda... de la Real y Meritoria Orden de San Antonio Abad. Mañana mismo hablo con unos amigos y te proponemos, te proponemos..."
Con toda seguridad la Real y Meritoria Orden no existe -aunque quizá debería- pero lo que sí es cierto es que Josu Jon -blanco y canela de la raza shi-tzu- es un excelente y despierto compañero. Puede que Gabriel no se haya dado cuenta, pero los perros están pendientes de las caras de sus amos. Reaccionan al menor movimiento de ojos, a la mínima mueca de las personas a quienes miran con perruna atención. No serán inteligentes estos animales, pero está claro que los humanos hemos seleccionado para su crianza a los ejemplares que mejor aparentan serlo.
Por eso la comparación. Algunas personas viven tan en automático, tan sin preguntarse a si mismas si su vida tiene algún sentido, tan pendientes de lo nimio... que al presenciar sus afanadas idas y venidas, al ver a qué y cómo prestan atención y conceden importancia, uno no puede evitar acordarse del perro. Como éste, muchos hombres parecen actuar inteligentemente, pero en realidad no se detienen y piensan a qué dedican su tiempo o por qué hacen lo que hacen. Igual que Josu. De ahí la idea de que dudar, plantearse y replantearse la propia existencia, vivir con alguna tensión, le parezca a uno tan adecuada y propiamente humana.
"Ya, ya... y a mi que me parece que lo que tú querías era soltar en el blog que tienes un perro."
19 agosto 2008
EXPLICACIONES (I)
Para mi ¡qué difícil equilibrio! Ahorrar penas. Cortar alas. Mentir. Adormecer. O dejar sufrir. O dejar volar. Y callar. Y avivar almas."
Alguien dijo con gran acierto que se recuerda mucho mejor lo que se lee que lo que se escribe. Prueba de lo cual puede muy bien ser que cuando pasa el tiempo y se revisa lo escrito por uno mismo, se tiene la impresión de que lo que se pone ante los ojos no es criatura nuestra, que otro -con el que acaso y en primera apariencia podrían compartirse algunas afinidades- lo pensó y lo escribió, y aun eso no del todo bien. Y sin embargo, en este concreto caso la cosa no es así.
Porque las líneas que irritan a la sensible correspondiente las reconoce plenamente como propias quien al escribirlas -conceptista incorregible él y por lo mismo muchas veces difícil de entender, insufrible de leer- lo que en realidad quería contar era que dudaba sobre la mejor manera de criar a sus hijos. Será que cuando se tienen cuarenta años y al propio cuidado dos planticas en sus primeros brotes, se le gasta a uno en pensar cómo regarlas y cuánto, con qué frecuencia podarlas, si abonarlas, a cuánta luz exponerlas y en qué suelo cavarlas, más tiempo que en ver de expresar con claridad todas esas dudas.
Dudar no está mal. Es algo intrínsecamente humano. Josu Jon, un perro de raza oriental que comparte muchos ratos con el responsable del enfado de la lectora, no duda nunca. Nada. Y no porque no pueda tomar decisiones. Al contrario: el animal decide si mostrarse cariñoso o huidizo con su amo, si comer ahora o después, si olisquear esta farola o aquel alcorque, y actúa en general –siempre dentro de la autonomía propia de su condición de perro y sin más cortapisas que las que le imponen la conveniencia de su amo y las ordenanzas municipales- con el mismo aplomo, similar aparente desenvoltura, con que se conducen muchos hombres con los que nos cruzamos todos los días.
Puede que merezca la pena seguir con esto. Pero será otro día. Tendrá que esperar aún un poco más la amable lectora para ver completamente satisfecha su demanda de explicaciones.
11 agosto 2008
DEAR TOOTS
El sobrenombre no tenía la mínima intención vejatoria, aunque prudentes nos guardásemos muy bien de pronunciarlo en su presencia. En realidad, a los que lo usábamos nos parecía que aquella manera un poco cursi de gesticular, aquel dirigirse a nosotros con el deferente Mister o Miss seguido de nuestros apellidos (el equivalente en español a llamar de Usted) y esa voz deliciosamente aflautada con que pasaba lista, hacían que nuestra maestra se pareciera demasiado al personaje que Dustin Hoffman había interpretado el año anterior en la película jolivudense del mismo nombre, como para dejar pasar la ocasión de identificarla con él.
Todos queríamos a Toots, como la llamábamos en la más apocopada e íntima de las versiones de su mote, y todos respetábamos el modo en que se le transparentaba la solteronez al recitar The Road not Taken de Frost, o la pasión con que nos incitaba a leer una y otra vez en clase las escenas de locura de Hamlet. Toots hacía muy bien su trabajo. Y no parecía costarle mucho. Luego se aprende que eso pasa cuando uno hace lo que le gusta, incluso si lo que a uno le gusta es, por increíble que parezca, desasnar adolescentes.
Mi amiga Tab, que en 1983 estaba en otro curso por no frisar siquiera los dieciséis, pero que se reía igual a carcajadas cuando el único español gamberro de la escuela imitaba a la profesora, me escribió ayer que Toots está en el Hospital gimiendo de dolor porque, después de muchos meses de bregar, los médicos no pueden evitar ya que un tumor termine de taladrarle el cerebro. Me pide Tab que rece para que Dios le dé valor para no huir del lado de la cama de nuestra maestra enferma y me dice que pida al Señor para que saque fuerzas de las flaquezas de ambas y del miedo que comparten estos días.
Rezo. Y pienso que si alguien pasa por aquí y aguanta hasta esta línea quizá quiera rezar conmigo por mi maestra y su cuidadora.
Dios se lo pagará.
04 agosto 2008
CANDIDEZ
Piensa uno que, como se repiten hora tras hora en los boletines de la radio o con periodo aun más breve en esos tiovivos informativos en que consisten los canales de televisión dedicados a las noticias, las que llaman nuestra atención van a estar siempre ahí orbitando alrededor de un centro incógnito e inmutable habitado por la diosa Verdad. Pero naturalmente no es así. Esa semidiosa de genio caprichoso y atolondrado que llaman Actualidad monta y desmonta del carrusel a unas y a otras y permite a éstas dar dos vueltas más mientras hace apearse a aquéllas cuando apenas si hace unas horas que se han subido al caballito. Y así sucede que, un poco por pereza del receptor y otro poco por la propia naturaleza del método empleado para comunicárnoslas, no se sabe al final con certeza si las noticias que uno oyó o vio existieron alguna vez tal y como se creyó haberlas visto u oído
Da igual. Lo dijera de manera más o menos próxima a como a continuación va transcrito, lo cierto es que resulta muy posible que una política criada en Albacete, encumbrada recientemente por su partido a puesto de gran responsabilidad, se hubiera enfundado hace unos días en un traje blanco, hubiera tomado un ramo de flores blancas y a la vez que las depositaba a los pies de un grupito escultórico que pese a su indescriptible fealdad intenta honrar la memoria de doce guardias civiles que mató la ETA por principal mano de un asesino que acaba de salir de prisión, con blanca si aplomada voz pudiera haber dicho, precisamente en el calor de un acto de homenaje a aquellos doce pobres hombres, algo tan estúpido como lo siguiente:
"Si tenemos leyes que dejan salir a los asesinos a la calle, si tenemos leyes capaces de hacernos sentir tan indignados como nos sentimos ahora, entonces las tendremos que cambiar. Porque no hay que olvidar que en democracia las leyes deben responder a la sensibilidad ciudadana"
Como sería raro que una abogada del Estado se sorprendiera al comprobar que existen leyes que no sólo permiten sino que mandan poner en libertad a los delincuentes que han saldado sus cuentas con la Justicia, deberíamos imaginar que -de haberse despeñado de tal modo por la sima del marujilpopulismo- lo que esta señora en realidad querría haber dicho es que para según qué delitos las penas que contempla el Código Penal deberían endurecerse e incluso que, sosegado el ánimo, habría que pararse a pensar si la cadena perpetua y la pena de muerte son posibilidades punitivas que hay que examinar con más ciencia y con menos prejuicios, aunque sólo sea para intentar dar solución a ciertos graves problemas de política criminal.
De igual modo habría que descartar la posibilidad de que esta ilustre jurista, en el colmo de la estolidez, hubiese querido hacer bandera de la idea según la cual lo que las leyes "nos hacen sentir" constituye uno, si no el primero, de los criterios para mantener su vigor, modificarlas o derogarlas. Proposición esta según la cual, si las leyes nos hacen sentir bien, las mantenemos en los códigos; si nos hacen sentir indignados las modificamos y si nos hacen sentir mal, pero que muy mal, las abolimos. No, no. Esto no puede ser: seguro que no pudo haberlo dicho así, porque para cualquier político digno -y ella esto último lo parece en grado sumo- el único criterio inteligente para dictar, enmendar o derogar leyes es su mayor o menor grado de Justicia, y no el modo en que hagan sentir a nadie.
Y es que lo de la sensibilidad ciudadana no pasa de pura cursilería. En democracia, como en cualquier otro régimen político que aspire a no ser una tiranía, lo que debe guiar el espíritu del legislador es el deseo de alcanzar Justicia, o sea: proteger al más débil respetando siempre ciertas libertades individuales que -nos pese más o menos en según qué momentos de la historia- han de ser igualmente reconocidas a todos los que estén en idénticas circunstancias.
Por eso no hay que perder la esperanza de que en breve plazo, y siquiera sea para sacarnos del error a los que creímos haber oído semejante ejemplo de parvulez política e intelectual, la bella manchega se ciña el refajo que seguramente tiene ya listo y planchado para la feria de septiembre, adelante la calzada del moño de picaporte y nos diga alto y claro que ciertamente no dijo lo que nos pareció oír.
31 julio 2008
EL PADRE DE BRUNO
Bruno tiene casi ocho años y me miraba hoy divertido mientras yo, cubiertas apenas mis vergüenzas por unos calzoncillos que me vienen pequeños, daba curso al ritual mañanero del afeitado. El crío estaba sentado en mi cama y desde su altura debía tener una perspectiva de mi cuerpo de la que no he sido consciente hasta oír su pregunta:
Oye, papá... ¿quién es más fuerte: Félix o tú?
Félix es el socorrista de la piscina de la casa donde vive Bruno. Un tipo estupendo que terminó sus cinco años de estudios de educación física hace poco y que prepara oposiciones para entrar en el Cuerpo Nacional de Policía.
Hombre, quizá Félix sea más fuerte, porque entrena todos los días y eso... pero -me he sentido obligado a mantener el tipo ante semejante comparación- estoy seguro de que si tuviéramos que luchar, yo lo inmovilizaría. Ten en cuenta que aunque yo no entrene todos los días soy más grande que él y que si le caigo encima no podría zafarse de mi presa tan fácilmente.
Unos segundos de silencio han bastado para que Bruno, gran rumiador, haya fundado dudas más que razonables acerca de lo verosímil de mi afirmación y para que yo haya advertido, previa disimulada mirada a la zona baja del espejo, que la panza que cuelga de mi abdomen irredento oculta ya sin piedad la goma elástica de la parte delantera de los calzoncillos.
Pues yo creo que si Félix te tuviera a ti encima, como dices, haría así y se libraría antes de que el árbitro te diera ningún punto.
El crío se había tumbado para entonces en la cama y a un grito ininteligible que imagino imitaba la voz de un luchador en plena acción, ha imprimido a su cuerpo un movimiento como de látigo mientas fingía librarse de un rival que supuestamente lo hubiera mantenido hasta entonces pegado al tapiz imaginario en que de repente se había convertido la colcha.
El asunto empezaba a complicarse y como yo sólo tenía media cara rasurada, he empezado a dudar entre echar mano del batín y ocultar el objeto de curiosidad de mi hijo o mandarlo a la sala a ver la televisión. Ninguna de las dos opciones me ha parecido honrada intelectualmente, así que me he dejado resbalar por el primitivismo pedagógico:
Mira, deja que termine de afeitarme y verás cómo no es tan fácil eso que tú dices.
A Bruno esto le ha parecido una gran idea, así es que ha esperado pacientemente a que yo terminase de afeitarme y se ha prestado con gran alegría a colaborar en la demostración de fuerza de su padre.
Me he tumbado cuidadosamente sobre él -130 kilos de carne, tocino y hueso pueden manejarse con primor si la circunstancia obliga- y descargando apenas una parte de mi peso sobre su cuerpecico de alondra le he dicho:
Ea, venga, a ver cómo te libras tú de esto.
Cinco segundos de bufidos y risas después, el crío ha desistido y yo me he levantado convencido de que había salvado la cara por una vez. Estaba seguro de que Bruno me veía ahora como un templo de tiarrón, como alguien a quien no resulta tan fácil mojar la oreja.
Nos hemos vestido, hemos sacado a pasear al perro y después hemos entrado a desayunar en el bar de abajo -mi nevera está temblando y nunca encuentro el momento de ir a la compra- así es que para cuando Bruno y yo estábamos dando cuenta de unas tostadas de aceite, yo no me esperaba que el asunto volviese a aflorar.
¿Sabes qué, papá? Yo cuando sea mayor, aunque no gane a lucha libre, prefiero no ser gordo.
Me he dejado la tostada.
23 julio 2008
VIOLENCIAS (y II)
Íbamos hablando mi amigo Gabriel y yo el otro día de la violencia -esto fue después de lo del último blog- y va el muy taimado y me suelta:
"Mira, no creo que se entienda eso que has escrito. Una cosa es que el otro día reflexionase yo sobre lo torcido del uso del lenguaje al hablar de violencia de género... porque ya sabes que pienso que si se emplea esa expresión, entonces habría que hablar también de violencia de número (cuando, por poner un ejemplo, diez tíos le propinan una paliza a otro) o de violencia de caso cuando a uno se la aplican por lo vocativo, lo dativo o, lo que puede ser aun peor, por lo ablativo... y otra cosa distinta es esa defensa que haces tú de la violencia legítima. Eso, mi querido amigo, no va a haber quien te lo compre"
Me paré a pensar en esto y necesité un buen rato y un esfuerzo no pequeño para aclararme las ideas. ¿Por qué creía mi amigo que yo era un defensor de la violencia? ¿Sólo porque había manifestado con ingenuidad colegial que en según qué circunstancias el uso de la fuerza puede ser legítimo?
Pues sí. Gabriel llamaba la atención sobre el hecho de que el término violencia no tiene hoy en español más que connotaciones negativas. Pero yo, que tengo vocación de guardia urbano, lo que de verdad hacía era preparar el terreno para quejarme acremente por el hecho de que se tolere y aun se fomente y encarezca la utilización de palabras de carácter general cuando el empleo de las que la lengua reserva para referirse con precisión a algunos significados ocasiona molestias o simplemente comunica con demasiada claridad algo que se quiere ocultar. Veamos un ejemplo: ¿Constituye una inexactitud llamar "violento" a un joven de Usúrbil que patrióticamente enardecido le descerraja dos tiros en la cabeza a un guardia civil?
"Hombre, pues mira... pasando por alto eso que acabas de decir del ardor patriótico, que no me cuadra nada, pero que me temo que algún día me querrás explicar, lo cierto es que llamar violento al usurbildarra me parece exacto. De hecho se merece..."
Mandar callar a Gabriel con un "para, para" es algo peligroso. Se irrita cuando no se le deja hablar. Dice que ya le quitan la palabra en los Juzgados suficientes veces como para que también los amigos le privemos del placer de expresarse sin interrupciones, pero en esta ocasión, quizá porque pensase que yo tenía algo juicioso que decir, permitió que le cortaran el discurso sin ni siquiera arrugar el entrecejo.
Yo creo que llamar violento a un terrorista es una solemne estupidez: en el mejor de los casos para quien quiera hacerlo, esto equivale a llamar manipulador de alimentos a un envenenador. Y pienso además que consituye un grave error dialéctico consentir en el uso del término "violentos" para referirse a los terroristas, a los violadores o a los asesinos. Porque al hacerlo se universaliza una idea según la cual podemos referirnos con la misma palabra a uno de esos malnacidos que pegan a su mujer hasta matarla y a Don Luis Daoíz o a Don Pedro Velarde. Y yo me niego.
10 julio 2008
VIOLENCIAS (I)
"Pero bueno, macho, tú estarás de acuerdo conmigo en que esa expresión que se empeñan en hacernos tragar, lo de la violencia de género, no es más que una manipulación del lenguaje que trata de confundir género con sexo, ¿no?
Como Gabriel es un tipo inteligente y suele decir cosas sensatas y además en ese preciso instante me estaban pidiendo el carné para entrar en sala, no me he parado a pensar en lo que me decía y para salir del paso he utilizado una habilidad, tan detestable como socorrida, que aprendí de joven y que consiste en emitir un sonido gutural, similar a palabras, que en artística combinación con el ruido de los pasillos de los Juzgados y con un oportuno giro de cabeza, produce el efecto de dejar al interlocutor en la duda de si le han respondido algo o si simplemente ha tenido la ventura de escuchar el canto de un sisón.
Pero Gabriel no se merece ese trato, así es que he pensado que bien podía resarcir a mi colega prestando ahora atención a su opinión y pensar algo sobre la violencia y escribirlo en el blog, y eso es lo que va a continuación.
Una de esas mentiras que corren por ahí y que a fuerza de repetirse han adquirido fuerza inusitada consiste en afirmar que toda violencia es mala. No importa quién la ejerza, ni cómo, ni por qué. En el pensamiento blando que todos profesamos en mayor o menor grado hoy, la pura idea de violencia merece ser rechazada de plano. Pero al hacerse esto, se olvida que hay circunstancias en que el ejercicio de la fuerza sobre las personas y las cosas es legítimo y que no todas las formas de violencia son acreedoras de reproche.
Pero mañana seguimos con esto, Gabriel, que la cosa parece que da para más. Por lo menos ha quedado claro que estoy arrepentido de no haberte hecho más caso esta mañana, ¿o no?
"Nada, hombre, no tenías que haberte molestado. La próxima vez que quieras largar algún rollo en el blog, me lo dices y te doy pie otra vez"
Lo que vale Gabriel.
07 julio 2008
ESPAÑA
Estuvo la comida entretenidísima y disfruté de la conversación inteligente y amena hasta pasadas las cinco de la tarde. Y sin embargo, siempre recordaré con extrañeza la respuesta de aquel distinguido invitado a la pregunta que le dirigió mi amigo Javier en relación con la supuesta ruptura de España. Ya saben: a algunos les parecía por entonces -no sé si les sigue pareciendo ahora- que casi todo lo que el gobierno del Sr. Zapatero había hecho desde que accedió al poder y hasta el día en que se estaba celebrando aquel almuerzo, tenía a España al borde de su efectiva desaparición como sociedad política.
Hoy, al revisar las fotos magníficas (una de las cuales está aquí junto a estas letras con agradecido reconocimiento de su copyright) que mi amiga Sabrina ha hecho de la celebración pública de la reciente victoria de la selección española en la Copa Europea de Fútbol, ha venido a mi mente, como un eco de aquella agradable sobremesa en casa de Javier, la respuesta del político retirado, dicha sin inquietud, con la tranquilidad de quien habla en privado, sin mover una ceja:
«España acabará por ser poco más que una realidad sólo cultural. »
02 julio 2008
¡CÓMO ESTÁN LAS COVACHUELAS!
A las víctimas de la LOGSE no hay más remedio que excusarlas, y aun compadecerlas, pero a Miguel Sebastián, doctor por dos Universidades, director de servicios de estudio, profesor universitario... ¿Qué decirle? ¿Habrá que elogiarle? No, sino preguntarse si lo que en realidad quiso decir fue burbuja "petrolera". Erró Sebastián en la elección del término, sí, y con él erró la legión de gabineteros, correctores de pruebas, revisores y asesores de distinta índole que tienen por principal obligación evitar que un Ministro diga gilipolleces.