09 octubre 2008

DE TALENTOS Y OTRAS SAGAS (II)

Los judíos de Jerusalén, el Consejo de los Ancianos y Leví, saludan y desean prosperidad a Démulo, del linaje de los sacerdotes consagrados, preceptor del Rey de Egipto, y a los hermanos que están en Sameth. A Dios solo debemos el vernos libres de grandes peligros y os escribimos para que celebréis la fiesta de las tiendas en el mes de Quisleu, como hacen los habitantes de Tahol, a los que cubre el velo que baja del Cielo. [...] los camelleros no encuentran Tahol en sus rutas porque la ventisca les aparta los ojos de la vista de su valle. Ni siquiera los extranjeros codiciosos que caminan largo trecho al sol soñando con tesoros llegan ya a [Tahol, porque] los viajeros que han hollado su suelo pedregoso en busca de riquezas han vuelto a sus casas meneando las cabezas con pesar y diciendo: "El Rey de Tahol no tiene minas, ni bosques de cedros ni grandes viñas plantadas en las riberas de los ríos caudalosos repletos de peces. El Rey no vive en un palacio de piedra. Como una bestia que huyera de los hijos de mujer, así vive el Rey de Tahol, león escondido en una cueva."

De paz inveterada goza el reino porque ningún ejército ha llegado a sus puertas, ni lo han asediado en ningún siglo los soldados de otros reyes porque nadie ha ambicionado nunca ser dueño de un alfoz tan estéril. Y sin embargo, todos los súbditos de Tahol tienen los bienes precisos para vivir con holgura, incluso cuando los pozos se secan, o cuando se adelanta el final de la temporada de los pastos, porque Tahol da culto al único Dios vivo, como hace Israel, y se congratula en tomar en sus manos la Ley y la lee con solemnidad en su templo el día del descanso. Prescrita tiene a sus súbditos la Ley de Moisés y la observa con más rigidez que si fuera propia.

Al nacer sus súbditos, Tahol les entrega una bolsa de piel nueva con mil monedas de una aleación única que él mismo amalgama. Sólo el hijo del león puede comunicarse con el Rey todos los días y sólo el hijo lo ha visto fundir los metales en el crisol y sabe acaso de dónde proceden y en qué proporción han de mezclarse para conseguir la materia preciosa con que están hechas las monedas. Y cuando el primer día de la vida de un niño el hijo del Rey entrega la bolsa con mil monedas, recuerdan todos que a ninguno faltó una bolsa idéntica el día que nacieron y muchos besan las manos del hijo y bendicen el nombre de su Rey.

[Continúa]

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