29 junio 2010

QUESTIONES SUPER ECCLESIA CHRISTI - TERTIA

En esta entrada se analizará, aprovechando que hoy es el tercer aniversario de su publicación, la tercera de las cuatro preguntas a las que dio respuesta la Congregación para la Doctrina de la Fe en un documento titulado precisamente "Questiones super Ecclesia Christi" al que en el último año se ha venido prestando atención en esta serie del blog. Empecemos por reproducir esa tercera pregunta y su correspondiente respuesta:
"
RESPUESTAS A ALGUNAS PREGUNTAS ACERCA DE CIERTOS ASPECTOS DE LA DOCTRINA SOBRE LA IGLESIA
[…]

Tercera pregunta: ¿Por qué se usa [en la Lumen Gentium, al referirse a la relación entre "Iglesia de Cristo" e "Iglesia católica"] la expresión "subsiste en ella" y no sencillamente la forma verbal "es"?

Respuesta: El uso de esta expresión, que indica la plena identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica, no cambia la doctrina sobre la Iglesia. La verdadera razón por la cual ha sido usada es que expresa más claramente el hecho de que fuera de la Iglesia se encuentran «muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica»[11].

«Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia»[12]."

Parece, así pues, que el Concilio prefirió el subsiste al es para mostrar más claramente que fuera de la Iglesia de Cristo -o sea: la Iglesia Católica, Apostólica y Romana- abundan los dones que son propios precisamente de la Iglesia de Cristo. La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe reitera en este responsum lo que el Concilio ya nos enseñó en la Lumen Gentium: que hay muchos "elementos" de santificación y de verdad que son dones propios de la Iglesia de Cristo, pero que están fuera de la Iglesia de Cristo.

Se nos pone aquí frente a la novedosa idea de los elementa ecclesialia, que el Concilio introdujo con un propósito inequívocamente ecuménico pero que, al menos desde la perspectiva de quien es lego en eclesiología, resulta muy difícil de comprender. En efecto, aun respetando completamente el magisterio conciliar, cuesta adivinar cuáles son esos "elementos de salvación y de verdad" cuya virtud deriva nada menos que de la misma plenitud de gracia y de verdad confiada a la Iglesia. Además ha de tenerse presente que estos elementos abundan ("muchos") fuera de la Iglesia. Resulta además que la presencia de estos elementos es consecuencia o manifestación del hecho misterioso, inexplicable desde el punto de vista humano, de que el Espíritu Santo haya querido servirse como medios de salvación de ciertas iglesias particulares que niegan la autoridad de Pedro, o incluso de organizaciones o comunidades religiosas que se dicen cristianas pero que enseñan y difunden graves errores contrarios a la verdad confiada a los Apóstoles.

Especialmente difícil de aceptar resulta esto último porque, aunque como sujetos racionales para los que la comprensión de los misterios de la Fe es posible probablemente sólo en la cortísima medida en que nuestros pecados no nos velen el entendimiento, parece que si aceptamos que en la historia de la redención humana han tenido valor y significado salvíficos las iglesias y comunidades cristianas que se han opuesto empecinadamente a determinadas verdades de la Fe, tendríamos que concluir que quienes de uno u otro modo han combatido y combaten a la Iglesia de Cristo -inseparablemente entendida a la vez como Su Cuerpo Místico y como una sociedad humana- han obrado con su pugna la salvación de muchas almas. Y esto resulta casi imposible de aceptar desde un punto de vista humano sin grave peligro de caer en el indiferentismo.

Consideración aparte merece el hecho de que el Concilio enseñe con toda claridad que esos elementa ecclesialia que se encuentran fuera de la Iglesia inducen a la unidad católica que profesamos al decir "Credo in unam, ..." Debería reflexionarse sobre esto porque parece demasiado simplista afirmar que sirve al objetivo de conseguir su integración en la Iglesia de Cristo, o sea: en la Iglesia Católica, el que algunas comunidades heréticas sostengan algunas, aun muchas, verdades de la Fe. Como, de igual modo, resulta en exceso voluntarista afirmar que las iglesias cismáticas que se desgajaron del tronco de la Iglesia universal hace mil años se ven impulsadas a reintegrarse a la unidad católica, esto es: a reconocer la suprema autoridad del Romano Pontífice, por el hecho -de otra parte trascendental- de que conservan sacramentos válidos y la mayor parte del depósito de la Fe.

Consciente de su cortedad, su falta de Fe y su sobra de pecado, tentado se encuentra el que suscribe de no rematar la faena de analizar las cuatro "questiones" y sus "responsa." El Espíritu le empuja, sin embargo, a seguir dando la matraca con este asunto, así es que el amable lector hará bien en temerse una próxima entrada de esta serie del blog.

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[11] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 8.2.

[12] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Unitatis redintegratio, 3.4; 3.5; 4.6.

10 junio 2010

¡AZOTADME!

Aquí estoy.

¡Azotadme!

Merezco que me azoten.

No lamí la mordiente,

la sombra de las vacas,

las espinas,

la lluvia;

con fervor,

durante años;

descalzo,

estremecido,

absorto,

iluminado.

No me postré ante el barro,

ante el misterio intacto

del polen,

de la calma,

del gusano,

del pasto;

por timidez,

por miedo,

por pudor,

por cansancio.

No adoré los pesebres,

las ventanas heridas,

los ojos de los burros,

los manzanos,

el alba;

sin restricción,

de hinojos,

entregado,

desnudo,

con lo poros erectos,

con los brazos al viento,

delirante,

sombrío;

en comunión de espanto,

de humildad,

de ignorancia,

como hubiera deseado...

¡como hubiera deseado!

Oliverio Girondo