30 noviembre 2009

LA OTRA MÚSICA DE MI VIDA (IV)

Desert road from Vegas to nowhere

Some place better than where you've been.

A coffee machine that needs some fixing

In a little cafe just around the bend

I am calling you

I know you hear me

I am calling you

A slow hot wind blows right through me

The baby's crying and I can't sleep

But we both know a change is coming

Coming closer, sweet release

08 octubre 2009

RABADILLA BARROCA

Theodora. Georg Friedrich Händel (1685-1759)
Oratorio en tres actos, HWV 68
Versión de concierto

Teatro Real. 7 de octubre de 2009.
Equipo artístico: Gabrieli Consort and Players
Dirección musical: Paul McCreesh
Reparto:
Theodora: Renata Pokupic Irene: Anna Stéphany Didymus: Iestyn Davies Septimus: John Mark Ainsley Valens: Simon Kirkbride Mensajero: Richard Rowntree
Asistir a la interpretación completa de un oratorio de Händel en versión de concierto es siempre -pero especialmente cuando el oyente es obeso- una buena ocasión para comprobar cómo anda uno de amor al arte. En este caso, fue el dolor de rabadilla producido por tres horas de apoyo del cóccix sobre una butaca de principal del Teatro Real lo que puso a prueba el gusto de este aficionado por la música barroca, por el músico de Halle, por los Gabrieli Consort and Players, por los santos mártires de Antioquía y por el lucero del alba.
Triunfaron estos últimos. Todos ellos. De lo cual me alegro mucho porque hubo un par de momentos en los que, a la vista de lo que me hacían sufrir las ancas, me planteé seriamente la posibilidad de llorar de dolor. Afortunadamente acabé por hacerlo de emoción. Dos veces sólo en el primer acto: la primera -previsible- cuando Anna Stéphany acometió Bane of Virtue, un aria que siempre me hace desear ser mejor persona. La cosa había llegado hasta ahí no sin cierta desazón inicial: obertura fría y Kirkbride poco convincente en su primera aria, dignamente resuelta -como casi todas las demás- pero tan desprovista de sentimiento que no se sabía si el gobernador romano estaba amenazando a los cristianos con diversos tormentos o si enumeraba las partes del aparato excretor; en el resto igual de soso y además no pocas veces pequeño de voz. Cierto que ya al principio se pudo escuchar una memorable interpretación de Descend Kind Pity por parte de la mejor voz de la noche, la del tenor John Mark Ainsley.
El segundo momento de intensa alegría trasladada al exterior por unas pocas mansas lágrimas del oyente -todo también bastante predecible, ¿a qué negarlo?- llegó cuando la cristiana Irene comenzó a comparar la gracia de Dios con las rosáceas luces del alba y a invocar a Nuestro Salvador para que fortaleciese el corazón de los cristianos ante la proximidad de la muerte del cuerpo. ¡Ah! entonces el mío comenzó a aligerarse casi hasta levitar sobre la butaca y a sentir verdadera felicidad por pertenecer a la misma especie animal que la de quienes habían escrito e interpretaban esa música. Después un aria "sorpresa" de Septimio -Dread the Fruits of Christian Folly- que sencillamente no estaba en ninguna de las dos grabaciones utilizadas para preparar el concierto; y una hermosísima Kind Heav'n en la que la bella voz del contratenor Iestyn Davies brilló a la misma altura que su buen gusto interpretativo. Coro de cristianos, bellas disonancias en tono menor, y al pasillo.
Copa de cava con canapé de jamón. El pan un poco seco. No hay derecho, por seis euracos. Veinte minutos para estirar las piernas e intentar meter las narices en el reservado de los patrocinadores. Sin éxito. Los pinchos que se atisbaban más allá de los biombos corporativos tenían mejor pinta que los del pueblo soberano.
A continuación actos segundo y tercero del tirón. Una auténtica machada. Kirkbride tenía aquí varias arias de lucimiento: Wide Spread His Name, por ejemplo. Mal. Pequeño. No hablemos de las bravas Cease Ye Slaves o Ye Ministers of Justice de más adelante. Nada angustia más que un barítono que parezca corto de fiato. Y a mi se me figuró que así andaba Kirkbride. Theodora-Pokupic, en cambio, finísima en las dos arias de la escena segunda. Conmovedora aquí la interpretación de los players dirigidos por McCreesh, que por otra parte borda el oratorio. Excelente música. Trompas y sacabuches de época. Emociones renovadas. Sentimientos de piedad por la santa condenada a la prostitución. Esas notas solas de la flauta hendiendo el aire, tan solas como la mártir en ese preciso momento de la narración. Exaltación interior, pasmo redivivo ante el genio compositivo del alemán.
Deeds of Kindness en la voz del pequeño contratenor Iestyn Davies consiguió que el oyente creyese por primera vez que esa voz afeminada -uno es hijo de su tiempo ¿qué vamos a hacerle?- podía ser la de un mártir cristiano en el momento de decidir sacrificar la propia vida por salvar la de una amiga. Poco después, en Sweet Rose and Lilly, me pareció que Iestyn había crecido veinte o treinta centímetros. Maravillosa aria. Espléndida interpretación. No suelo, ya digo, disfrutar del registro de los contratenores, pero éste logró emocionarme. Hasta la lágrima -y sí: ya van tres- cuando poco después atacó con Pokupic el bellísimo duo que pone fin a la escena quinta. Nuevo coro de cristianos y dos minutos de descanso en la butaca antes de empezar el tercer acto. Lo normal: Perdone, señora. (Madre, cómo estoy sudando, quién pillara ese abanico.) Muchas toses. Roñoso el público madrileño con los aplausos al reincorporarse el consort y su director.
Y el tercer acto. Lord to Thee: un sentido recuerdo -casi un oración en el corazón del oyente- para la gran Lorraine Hunt. Véase. Dios la tendrá en su gloria. Y eso que era budista. Al de la rabadilla dolorida le dio entonces por pensar cómo es posible que un oratorio tan excepcional como éste no tuviera éxito en el Londres de después del terremoto, a pesar de ese expresivo "though convulsive rocks the ground." Quizá Händel estaba en lo cierto al decir que en aquel Londres no podía tener éxito la historia de una mujer virtuosa y un varón santo. Pues anda que hoy. Y no digo en Londres. Varias veces a lo largo del oratorio, al advertir cómo el texto contrapone la obligación moral y la ley civil, me dio por pensar lo adecuado que resultaba programar Theodora en Madrid en estas fechas. Los programadores oficiales del Real dicen que todo guarda relación con una temporada que gira en torno a la figura de la mujer, pero a mi me parece que tienen un infiltrado dispuesto a hacer pensar al público.
Coro perplejo de paganos. Finísima aria y dúo final de Renata Pokupic y del ya por entonces grande Iestyn Davies. Coro iluminado, celestial, de cristianos. Y fin. Doy mi palabra de que lamenté que la cosa terminara a pesar de que para entonces ya estaba poco menos que para pasar directamente de la sala al fisioterapeuta.
Más racaneo de Madrid con los aplausos. Muchos -casi todos del patio de butacas- empujaban hacia la puerta mientras McCreesh, el consort y los players todavía saludaban a los que firmes en nuestras localidades les aplaudíamos con fervor.
Al salir a la calle unos y otros nos tuvimos que agolpar en el cocherón del Teatro mientras esperábamos a que amainase un temporal tremendo. Los thunders, seguramente irritados porque no les habían dejado roll around con los Gabrieli y poner así fondo terrible al Lord to Thee de Irene, nos esperaban en la plaza de Oriente. Me calé hasta los huesos mientras corría azuzado por sus bramidos camino de la boca del metro de Ópera.

04 octubre 2009

NUEVA LEY, VIEJA CORRUPTELA (y III)

El interrogatorio de testigos mediante auxilio judicial

Retomando lo que dejamos iniciado en la anterior entrada de esta serie sobre la práctica de determinadas pruebas en el proceso civil, y en cuanto a la testifical de quienes se encuentran en el excepcional caso del artículo 169.4 de la Ley de Enjuciamiento Civil, al que ya tuvimos ocasión de referirnos, advertimos que la situación es aún más extraña. Nuestra Ley de Ritos guarda sorprendente silencio acerca de si al exhorto mediante el que se solicita el auxilio de otro órgano judicial para la práctica del interrogatorio de estos testigos debe acompañarse o no una relación de las preguntas que pretende formular la parte que propone este medio de prueba. En realidad, y salvo para el caso de la declaración testifical domiciliaria -cuya regulación quizá cabría aplicar parcialmente y por analogía al supuesto de la declaración de testigos practicada mediante exhorto- no se encuentra en toda la LEC ninguna norma que regule aun mínimamente el modo de proceder en estos supuestos.

Dando por aplicable aquí cuanto más arriba dejamos dicho en materia de control por el órgano enjuiciador de la utilidad y pertinencia de las preguntas y lo referente a la intervención oral de los abogados en la práctica del interrogatorio de parte, obligado resulta reseñar lo que en la práctica de este tipo de testifical suele darse: el órgano judicial solicita a la parte proponente que elabore un pliego o interrogatorio de preguntas por escrito y, tras la admisión de éstas, las remite a la parte contraria para que pueda, si le conviene, formular repreguntas. Recibidas y admitidas éstas últimas, unas y otras se remiten entonces mediante exhorto al órgano territorialmente competente en el domicilio de los testigos para que, sin intervención oral posible de los abogados de las partes, el órgano exhortado se limite a documentar las respuestas -necesariamente premeditadas, al menos en parte- que en cada caso ofrezcan los testigos. Este modo de proceder no encuentra respaldo en ningún precepto legal vigente y constituye en realidad una auténtica reminiscencia en nuestro foro de las previsiones de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881.

La costumbre procesal atávica que criticamos, y a la que con creciente entusiasmo se suman -al menos en la primera instancia- cada día más miembros de la judicatura, ahorra sin duda al órgano enjuiciador la siempre tediosa práctica de la prueba de testigos o incluso la del interrogatorio de partes y convierte el acto del juicio en poco más que la ocasión de que los abogados emitan sus informes de conclusiones marchándose después a sus respectivos despachos a esperar la sentencia, pero perjudica indudable e indebidamente la aplicación a estos procedimientos de los principios de inmediación, oralidad y contradicción que nuestro ordenamiento jurídico considera axiales en materia procesal.

Para evitar su extensión, se hace preciso denunciar con el mayor vigor esta corruptela, proponiendo la enmienda de la Ley de Enjuiciamiento Civil de tal modo que mediante la introducción de una regulación mínima se garantice que también en estos supuestos, siquiera sean excepcionales e infrecuentes, se garantiza el debido respeto a los principios que informan y sostienen nuestro Derecho Procesal.

08 septiembre 2009

LA OTRA MÚSICA DE MI VIDA (III)

Lord, to Thee each night and day

Strong in hope we sing and pray.

Though convulsive rocks the ground

And thy thunders roll around,

Still to Thee each night and day

Strong in hope we sing and pray.

31 agosto 2009

RECONSTRUCCIÓN DE UN ACCIDENTE Y AVERIGUACIÓN DEL PARADERO DE UN SEÑOR BAJITO.

Quizá para muchos no sea una obra de arte ni se proyecte reverentemente en las escuelas de cine -su autor no aspiró nunca a tal cosa-, pero La vida por delante (Fernando Fernán Gómez, 1958) es, además de una de mis películas favoritas, un excelente retrato de una España que acababa de pasar de terriblemente desdichada a sólo infeliz, pero en la que cabía la esperanza. En las escenas de esta película se percibe una realidad algo gris y angustiosa de la que, sin embargo, se podía y por supuesto se solía escapar con inteligencia y buen humor.

La secuencia que cuelgo aquí es un ejemplo de ingenio cinematográfico y de genialidad interpretativa (Isbert está sin duda en la parte del Cielo que Dios reserva a los buenos actores) y en mi opinión debería ser de obligada proyección en todas las Facultades de Derecho: es la mejor representación artística que conozco de la ardua tarea de reconstruir unos hechos por medio de la declaración de varios testigos.

La cosa está aquí abajo en dos partes que se suceden automáticamente. Basta con darle una sola vez al plei y disfrutarla.

15 agosto 2009

EN CUERPO Y ALMA

El Padre Juan Aragonés, de las Escuelas Pías, no se anduvo aquella mañana con rodeos ante el grupo de pequeños catecúmenos: el cuerpo de la Virgen María no estaba en ninguna tumba. Cuando el Señor lo dispuso, cargada de años y de amor por los apóstoles y por todos nosotros, la Madre de Dios más que morirse se durmió plácidamente y los ángeles la llevaron al Cielo en cuerpo y alma. Parece que otros ángeles que estaban allí arriba esperándola se alegraron tanto al verla que formaron un gran alboroto -es sabido que las criaturas angélicas son dadas a este tipo de manifestaciones en las ocasiones señaladas- y por eso, para unir nuestra alegría a la del Cielo, cuando llegaba el quince de agosto, íbamos de jira al campo, se corrían toros, tirábamos cohetes, cantábamos y bailábamos. Lo había dicho el Papa y era obligatorio creérselo. Lo de la Virgen solamente. Lo de los toros y la fiesta era opcional.

- ¿En cuerpo y alma, Padre?

- Sí, eso: en cuerpo y alma.

- ¿Y los ángeles se la llevaron al Cielo?

Aquel benemérito Padre, bien metido ya por entonces en la sesentena y obviamente ajeno al vendaval postconciliar -corría marzo de 1974-, se caracterizaba por una gran expresividad facial, circunstancia que había llevado a sus alumnos a desarrollar una extraordinaria capacidad: predecir el humor del reverendo por mera atención al modo en que fruncía el ceño. Básicamente, y aunque desde luego había matices, se había constatado de modo empírico que la probabilidad de recibir un cachete era inversamente proporcional a la distancia entre las cejas del escolapio. Así es que aquel día, después de ver cómo la pregunta de Escudero hacía que el barómetro ciliar del Padre Aragonés anunciase borrasca, todos pensamos que no tenía sentido ahondar en un asunto que, por lo demás -verbenas, cohetes y toros incluidos- había quedado ya perfectamente claro.

-Pero... ¿por qué no iba a estar la Virgen en la tumba esperando a resucitar como todos los demás?

La pregunta hendió el aire del aula pequeña del cuarto piso, la que estaba frente a la clausura de los Padres. Todos los niños pensaron entonces que uno de ellos tenía auténtica vocación de mártir. Escudero se había adentrado en las aguas más procelosas que tenía el océano catequético: hacer preguntas difíciles y encima en tono chulesco. Las aguas de ese mar, especialmente a menos de dos meses de tomar la Primera Comunión, eran difíciles de navegar sin que una o dos olas acabasen por golpearle a uno el velamen.

-Ya verás tú la que le cae- le susurró divertido un catecúmeno pequeñito a otro un poco cabezón que estaba sentado al lado del de la pregunta difícil.

Entonces ocurrió el milagro.

El Padre Juan Aragonés levantó su pesada humanidad de la silla, se sacudió el hábito un poco gastado que llevaba, miró al niño de la pregunta, se aproximó decididamente a él y, en lugar de arrearle una colleja como esperaba todo el mundo, le puso la mano en la cabeza.

-A ver, niño. Porque la Virgen María tiene a Dios por Hijo y del mismo modo que Éste quiso que el nacimiento de la que iba a ser su Madre fuera distinto del de los demás hombres y mujeres, también quiso que su marcha de este mundo fuera especial, y así además pudo tenerla antes a su lado en la Gloria... ¿no te parece natural eso? ¿No harías tú lo mismo con tu mamá si pudieras, darle lo mejor, lo más hermoso, y tenerla junto a ti la mayor parte del tiempo?

Entonces, al de la pregunta difícil se le arrasaron los ojos y no atinaba a responder nada. Pasó un rato sin que se oyeran más que los jipidos del pequeño, hasta que súbitamente el rostro del padre Juan Aragonés cambió la expresión de desconcierto por otra que no le habíamos visto nunca. Con gran esfuerzo se puso en cuclillas, le plantó las dos manazas al chico sobre los hombros y por un momento pareció que iba a decirle algo. Pero tampoco él pudo hablar. Le temblaba la papada y tenía húmedos los ojos pequeñitos y azules con que nos miraba fijamente para hacernos callar en clase.

Pasó un instante y entonces, sin llorar nada, con una voz que parecía de mayor, habló el chaval.

-Si yo pudiera, Padre, tendría siempre a mi madre a mi lado… y recalcó muy despacito: …en cuerpo y alma.

El Padre Juan no dijo nada, se puso en pie, se sonó muy fuerte, sacó de los bolsillos del hábito dos puñados de nueces, higos secos y orejones -manjares que dosificaba sabiamente entre quienes respondían bien las preguntas del catecismo- y los dejó sobre la mesa del profesor para que antes de salir al patio tomásemos de allí lo que más nos apeteciera. La clase de catequesis terminó aquel día muy pronto.

Yo me acordé después, en el patio, de que el año anterior habíamos ido todos a misa porque a Escudero, el de la pregunta difícil, se le había muerto la madre.

06 agosto 2009

LA CUESTIÓN DEL ABORTO (VII)

Tal y como se dejó prometido en la última entrada de esta serie, se intentará ahora dilucidar si las decisiones que conciernen a la maternidad, y especialmente la decisión de frustrar a voluntad el curso natural de una preñez, competen en exclusiva -como defienden algunos- a la mujer gestante.

Podría parecer que, precisamente porque hemos caracterizado la maternidad como una posibilidad o capacidad definitoriamente femenina y además como un acto propiamente voluntario, extinguida por cualquier motivo -o inexistente desde el principio- la específica voluntad maternal de una mujer, lo apropiado sería respetar en todo caso su decisión libre y espontánea de abortar. Repugna además a nuestro concepto de maternidad la posibilidad de que ésta pueda ser obligatoria o impuesta, por lo que resulta fácil concluir que lo único razonable que puede hacerse ante este asunto es dejar que las mujeres tomen sus decisiones sin ningún tipo de coacción, ofreciéndoles si acaso orientación, ayuda o consejo.

Pero siendo cierto lo anterior, no lo es menos que -según pudimos ver en las primeras entradas de esta serie- desde el momento mismo de la concepción puede y debe hablarse lícitamente de la existencia de una vida humana distinta de -aunque en modo alguno ajena a- la de la madre. Así pues, siempre que a ésta le falte la voluntad de pasar adelante con un embarazo, nos encontraremos frente a una disyuntiva clásica: el conflicto de bienes. En nuestro caso tendríamos de un lado la libertad de una mujer -a quien indudablemente se haría violencia si se le impusiese la maternidad o si de cualquier modo se le impidiese ejecutar su voluntad de terminar anticipadamente el embarazo- y del otro la incipiente vida humana a la que hacíamos referencia al principio de esta serie de pequeñas reflexiones sobre el aborto.

Desde cierta perspectiva moral, podría arrojarse más luz sobre este asunto considerando la posibilidad, defendida por algunos, de que existan actos intrínsecamente malos, esto es: de tal naturaleza que no serían lícitos ni siquiera cuando de su ejecución se siguiese un bien; pero aceptar esta posibilidad exige asumir algunos postulados que sólo encuentran fundamento en la Fe y -como habrá advertido el agudo lector- en estas reflexiones se viene evitando deliberadamente cualquier razonamiento que presuponga la aceptación de lo sobrenatural.

Sea desde una u otra perspectiva, lo que se nos manifiesta ya con alguna claridad es que la decisión de terminar un embarazo no puede dejarse a la discreción de la gestante, y esto al menos porque si hiciéramos tal cosa dejaríamos desprotegido uno de los dos bienes en liza. No faltará quien argumente que la madre puede tomar en consideración -y sin duda lo hará en la mayor parte de las ocasiones- precisamente la existencia de la vida que se encuentra en el término más débil de esta ecuación, pero no puede bastarnos eso. El Derecho, suprema manifestación de lo que algunos pensadores han dado en llamar inteligencia social o colectiva consiste en poner al servicio del más débil un tipo de violencia ordenada cuyo ejercicio se reserva al Estado. Este uso de la fuerza permite que en las situaciones en las que -de no producirse- el más débil caería siempre ante el más fuerte, la intervención del Estado haga posible adoptar una solución que no sea la más fácil, sino la más justa o, si se quiere, la más conveniente para el cuerpo social y político de que se trate. Cuando el Estado se inhibe ante un conflicto de esta naturaleza, y lo relega por tanto al ámbito particular, al de los casos íntimos o de conciencia, indudablemente se está ante un retroceso de la inteligencia colectiva.

Más adelante en esta serie se procurará resolver la cuestión de en qué dirección -más allá de impedir que se adopte la solución más fácil o rápida- ha de extenderse la intervención del Estado; y cuál es la solución más justa o conveniente a los casos que venimos analizando.

29 junio 2009

QUAESTIONES SUPER ECCLESIA CHRISTI - PRIMA

Hoy, fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, hace exactamente dos años que la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un documento con cuatro respuestas a otras tantas preguntas básicas en materia de Eclesiología.

Tan básicas son las preguntas y tan evidentes las respuestas que uno se pregunta cómo es posible que cuarenta años después de su solemne promulgación, todavía sea necesario interpretar los documentos conciliares no en el nivel fino reservado a los teólogos, sino en la misma esencia de su contenido.

Lo que está desde luego muy claro es que el lenguaje deliberadamente confuso de algunos de esos documentos del Concilio y el modo en que -sólo Dios sabe por qué- se eligió formular tan ambiguamente algunas verdades de la Fe han sido fuente de muchos y graves errores que quizá estamos todavía pagando.

Del documento de la Congregación, reproduciremos a continuación la introducción y la primera pregunta, con su respuesta, sin atrevernos a añadir nada. Más adelante -en entradas sucesivas- publicaremos las otras preguntas y sus respuestas y quizá, con el atrevimiento del ignorante, algún comentario personal.

RESPUESTAS A ALGUNAS PREGUNTAS ACERCA DE CIERTOS ASPECTOS DE LA DOCTRINA SOBRE LA IGLESIA
Introducción

El Concilio Vaticano II, con la Constitución dogmática Lumen gentium y con los Decretos sobre el Ecumenismo (Unitatis redintegratio) y sobre las Iglesias orientales (Orientalium Ecclesiarum), ha contribuido de manera determinante a una comprensión más profunda de la eclesiología católica. También los Sumos Pontífices han profundizado en este campo y han dado orientaciones prácticas: Pablo VI en la Carta Encíclica Ecclesiam suam (1964) y Juan Pablo II en la Carta Encíclica Ut unum sint (1995).

El sucesivo empeño de los teólogos, orientado a ilustrar mejor los diferentes aspectos de la eclesiología, ha dado lugar al florecimiento de una amplia literatura sobre la materia. La temática, en efecto, se ha mostrado muy fecunda, pero también ha necesitado a veces de puntualizaciones y llamadas de atención, como la Declaración Mysterium Ecclesiæ (1973), la Carta Communionis notio (1992) y la Declaración Dominus Iesus (2000), publicadas todas por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La vastedad del argumento y la novedad de muchos temas siguen provocando la reflexión teológica, la cual ofrece nuevas contribuciones no siempre exentas de interpretaciones erradas, que suscitan perplejidades y dudas, algunas de las cuales han sido sometidas a la atención de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ésta, presuponiendo la enseñanza global de la doctrina católica sobre la Iglesia, quiere responder precisando el significado auténtico de algunas expresiones eclesiológicas magisteriales que corre el peligro de ser tergiversado en la discusión teológica.

RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS

Primera pregunta: ¿El Concilio Ecuménico Vaticano II ha cambiado la precedente doctrina sobre la Iglesia?

Respuesta: El Concilio Ecuménico Vaticano II ni ha querido cambiar la doctrina sobre la Iglesia ni de hecho la ha cambiado, sino que la ha desarrollado, profundizado y expuesto más ampliamente.

Esto fue precisamente lo que afirmó con extrema claridad Juan XXIII al comienzo del Concilio [1], Pablo VI lo reafirmó [2], expresándose con estas palabras en el acto de promulgación de la Constitución Lumen Gentium: «Creemos que el mejor comentario que puede hacerse es decir que esta promulgación verdaderamente no cambia en nada la doctrina tradicional. Lo que Cristo quiere, lo queremos nosotros también. Lo que había, permanece. Lo que la Iglesia ha enseñado a lo largo de los siglos, nosotros lo seguiremos enseñando. Solamente ahora se ha expresado lo que simplemente se vivía; se ha esclarecido lo que estaba incierto; ahora consigue una serena formulación lo que se meditaba, discutía y en parte era controvertido»[3]. Los Obispos repetidamente manifestaron y quisieron actuar esta intención[4]. […]”

_______________________________________
[1] Juan XXIII, Discurso del 11 de octubre de 1962: «… el Concilio… quiere transmitir pura e íntegra la doctrina católica, sin atenuaciones o alteraciones… Sin embargo, en las circunstancias actuales, es nuestro deber que la doctrina cristiana sea por todos acogida en su totalidad, con renovada, serena y tranquila adhesión…; es necesario que el espíritu cristiano, católico y apostólico del mundo entero dé un paso adelante, que la misma doctrina sea conocida de modo más amplio y profundo…; esta doctrina cierta e inmutable, a la cual se le debe un fiel obsequio, tiene que ser explorada y expuesta en el modo que lo exige nuestra época. Una cosa es la sustancia del "depositum fìdei", es decir, de las verdades que contiene nuestra venerada doctrina, y otra la manera como se expresa, siempre, sin embargo, con el mismo sentido y significado»: AAS 54 [1962] 791; 792.

[2] Pablo VI, Discurso del 29 de septiembre de 1963: AAS 55 [1963] 791; 792.

[3] Pablo VI, Discurso del 21 de noviembre de 1964: AAS 56 [1964] 847-851.

[4] El Concilio ha querido expresar la identidad de la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica. Esto se encuentra en las discusiones sobre el Decreto Unitatis redintegratio. El Esquema del Decreto fue propuesto en aula el 23/09/1964 con una Relatio (Act. Syn. III/II 296-344). A los modos enviados por los obispos en los meses siguientes el Secretariado para la Unidad de los Cristianos responde el 10/11/1964 (Act. Syn. III/VII 11-49). De esta Expensio modorum se citan cuatro textos concernientes a la primera respuesta:

A) [In Nr. 1 (Prooemium) Schema Decreti: Act Syn III/II 296, 3-6] «Pag. 5, lin. 3 - 6: Videtur etiam Ecclesiam Catholicam inter illas Communiones comprehendi, quod falsum esset. R(espondetur): Hic tantum factum, prout ab omnibus conspicitur, describendum est. Postea clare affirmatur solam Ecclesiam catholicam esse veram Ecclesiam Christi» (Act. Syn. III/VII 12).

B) [In Caput I in genere: Act. Syn. III/II 297-301] «4 - Expressius dicatur unam solam esse veram Ecclesiam Christi; hanc esse Catholicam Apostolicam Romanam; omnes debere inquirere, ut eam cognoscant et ingrediantur ad salutem obtinendam... R(espondetur): In toto textu sufficienter effertur, quod postulatur. Ex altera parte non est tacendum etiam in alliis communitatibus christianis inveniri veritates revelatas et elementa ecclesialia» (Act. Syn. III/VII 15). Cf. también ibidem punto 5.

C) [In Caput I in genere: Act. Syn. III/II 296s] «5 - Clarius dicendum esset veram Ecclesiam esse solam Ecclesiam catholicam romanam... R(espondetur): Textus supponit doctrinam in constitutione ‘De Ecclesia’ expositam, ut pag. 5, lin, 24 - 25 affirmatur" (Act. Syn. III/VII 15). Por lo tanto, la comisión que debía evaluar las enmiendas al Decreto
Unitatis redintegratio expresa con claridad la identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica, y su unicidad, y fundada esta doctrina en la Constitución dogmática Lumen gentium.

D) [In Nr. 2 Schema Decreti: Act. Syn. III/II 297s] «Pag. 6, lin, 1 – 24 Clarius exprimatur unicitas Ecclesiæ. Non sufficit inculcare, ut in textu fit, unitatem Ecclesiæ. R(espondetur): a) Ex toto textu clare apparet identificatio Ecclesiæ Christi cum Ecclesia catholica, quamvis, ut oportet, efferantur elementa ecclesialia aliarum communitatum». «Pag. 7, lin.5 Ecclesia a successoribus Apostolorum cum Petri successore capite gubernata (cf. novum textum ad pag. 6. lin.33-34) explicite dicitur ‘unicus Dei grex’ et lin. 13 ‘una et unica Dei Ecclesia’» (Act. Syn. III/VII).
Las dos expresiones citadas son las de Unitatis redintegratio 2.5 y 3.1.

08 junio 2009

LA OTRA MÚSICA DE MI VIDA (II)

Mi par d'udire ancora,

o scosa in mezzo ai fior,

la voce sua talora,

sospirare l'amor!

O notte di carezze,

gioir che non ha fin,

o sovvenir divin!

Folli ebbrezze del sogno, sogno d'amor!

Dalle stelle del cielo,

Altro menar che da lei,

La veggio d'ogni velo,

Prender li per le ser!

O notte di carezze!

03 junio 2009

NUEVA LEY, VIEJA CORRUPTELA (II)

El interrogatorio de parte mediante auxilio judicial.

Por lo que se refiere al interrogatorio de las partes en el caso específico que venimos examinando, el artículo 313 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que al despacho mediante el que a estos efectos se requiera el auxilio de otro órgano judicial se acompañará el famoso pliego de preguntas formuladas por la parte proponente sólo en el caso de que ésta así lo hubiera solicitado por no poder concurrir a dicho acto.

A la vista de lo anterior bien podría pensarse que la Ley de Enjuiciamiento Civil, para salvar el respeto debido al principio de oralidad y al de intervención directa de las partes en la práctica de la prueba, prevé que si la representación procesal o la dirección letrada de la proponente pueden concurrir al interrogatorio en la sede del órgano judicial exhortado, podrán intervenir directa y oralmente en la práctica de esta prueba. Esto parece prever específicamente el artículo 302.1 de la Ley: que se puede practicar el interrogatorio de las partes ante un órgano judicial distinto del que conoce de un asunto sin necesidad de formular pliego alguno de preguntas. Pero en realidad esta posibilidad no existe. El párrafo segundo, in fine, del artículo 313 de la Ley establece, con dudosísima técnica legislativa, que compete al órgano que conoce del asunto –y no, evidentemente, al que presta el auxilio judicial- determinar si son admisibles o no las preguntas que formule quien propone la prueba, lo que implica necesariamente que éstas han de ponerse siempre por escrito con carácter previo a la expedición de los exhortos, pues de otro modo no cabría pronunciamiento judicial sobre la admisibilidad de las preguntas formuladas. Y este pronunciamiento, como acabamos de ver, es preceptivo.

Asumido así que, en el supuesto examinado, la proponente del interrogatorio de parte tiene que formular siempre sus preguntas por escrito y anticipadamente, cabe ahora preguntarse a qué se contrae en este especial caso la facultad que el artículo 303 de la LEC concede a la propia parte declarante –debe entenderse: a su abogado- para impugnar la admisión de las preguntas y para hacer notar las valoraciones y calificaciones que, contenidas en aquéllas, considere improcedentes y, por lo mismo, susceptibles de ser reputadas como no realizadas.

Y sobre todo cómo y cuándo podrá ejercerse –si es que se puede- tal facultad. ¿Ante el órgano exhortado cuando le sean leídas las preguntas a quien haya de responderlas? Parece que no, puesto que no es el órgano que conoce del asunto. Pero entonces ¿cuándo, dónde? Idéntica consideración debe hacerse en relación con la previsión de intervención directa y oral de las demás partes, prevista en el artículo 306.1 de la LEC. ¿Cabe esta intervención en las actuaciones ante el órgano que presta el auxilio judicial? ¿Cuándo, cómo y por qué órgano se ejercerá el control de pertinencia y utilidad previsto en ese artículo para las preguntas de las demás partes? No hay respuesta a estas elementales preguntas en todo el texto de la Ley de Enjuiciamiento Civil.

En una entrada posterior podrá quizá dedicarse algún tiempo a examinar esta misma cuestión procesal referida al interrogatorio de testigos.

27 mayo 2009

NUEVA LEY, VIEJA CORRUPTELA (I)

La Ley de Enjuiciamiento Civil, en su artículo 169.4, establece una regla general según la cual tanto el interrogatorio de testigos como el de partes deben tener lugar precisa y directamente ante el órgano judicial que conoce del asunto enjuiciado. Y esto incluso cuando el domicilio de los testigos o el de las partes que tengan que declarar se encuentre fuera de la demarcación de ese órgano. Esto obliga indudablemente a unos y otras a desplazarse a la sede del tribunal allí donde quiera que ésta se encuentre.

Sin embargo, y con carácter excepcional, el mismo artículo prevé que cuando la distancia, la dificultad del desplazamiento, las circunstancias personales de los declarantes u otras causas análogas conviertan en imposible o muy gravosa la comparecencia de éstos ante el órgano judicial, puede requerirse el auxilio de otro juzgado o tribunal -artículos 169 a 177 de la Ley de Enjuiciamiento Civil- para que quienes tengan que deponer lo hagan no ante el que conoce de su asunto, sino en la sede del órgano judicial que sea territorialmente competente en el domicilio de los declarantes.

El abuso cada vez más frecuente de esta excepción al criterio general, claramente concebida sólo para el caso de que el desplazamiento de la parte o el testigo sea poco menos que imposible, está haciendo renacer entre nosotros una mala práctica procesal que ya padecimos en su día quienes comenzamos a ejercer la abogacía durante el vigor de la antigua Ley de Enjuiciamiento de 1881: el interrogatorio de los testigos y la declaración de las partes practicados mediante la lectura de un pliego o cuestionario de preguntas confeccionado con anterioridad al acto de la declaración y contestado ante quien no tiene más responsabilidad en el proceso que poner por escrito, con mayor o menor fidelidad, lo que vayan respondiendo los declarantes.

O lo que es lo mismo: la efectiva y radical ignorancia de los principios de inmediación y oralidad en que teóricamente se inspira y fundamenta nuestro proceso.

Seguiremos hablando de esta cuestión más adelante.

18 mayo 2009

LA OTRA MÚSICA DE MI VIDA

Cari giorni a me sereni

d’innocenza e di virtù,

foste brevi, siete spenti,

né a brillar tornate più.

Nel dolor è scorsa intera

la prim’ora dell’età,

mia giornata innanzi sera

nel dolor tramonterà.

De "Inés de Castro", Giuseppe Persiani

04 mayo 2009

LA CUESTIÓN DEL ABORTO (VI)

Antes de analizar lo que dejamos pendiente en una entrada anterior (ésta) del blog acerca de que toda vida humana está especialmente sometida en sus comienzos a la voluntad de una mujer, será necesario detenerse en la que quizá sea la dificultad más importante para encontrar una base común sobre la que intentar pensar algo de valor en relación con toda esta cuestión del aborto voluntario.

Se trata de un conjunto de ideas y creencias según el cual las mujeres y los hombres deben insertarse en el mundo de manera idéntica, comprender y asir la realidad exactamente del mismo modo, sin diferencias de ninguna índole entre unas y otros. Es importante advertir la poderosa influencia actual de esa manera de pensar y cómo determina por completo cualquier aproximación a este asunto, especialmente por cuanto hace al prejuicio de considerar cualquier diferencia entre sexos como una circunstancia susceptible de ser corregida.

Más allá de la mera realidad fisiológica, compartida con las hembras de otros vivíparos, la maternidad sobre la que aquí se reflexiona es la capacidad que tienen las mujeres de proteger libre y voluntariamente una vida humana desde su inicio, alojándola y nutriéndola primero dentro de su propio cuerpo y guardándola después durante la progresiva adquisición de autonomía por el hijo. A la guarda de éste después de nacido puede contribuir el varón, pero la custodia íntima de la vida en su origen es un privilegio exclusivo de la mujer. Desde este punto de vista, la maternidad afecta a la esencia de la femineidad y, por consiguiente, considerar aquélla como una posibilidad o circunstancia más, sin reparar en su extraordinaria peculiaridad, empobrece radicalmente la compresión de lo femenino, que es lo mismo que decir de lo humano.

El igualitarismo, ideología perfundida hoy sin reposo entre nosotros, pretende en este aspecto que el varón y la mujer sean en todo iguales. En consecuencia, para conseguir que los individuos de ambos sexos -géneros sería la expresión preferida por quienes piensan así- puedan transitar con igual desenvoltura hacia sus metas personales, propugna que se corrijan todas aquellas situaciones en que los de un sexo se encuentran en situación no ya de desventaja, sino de mera diferencia -desigualdad es la palabra preferida aquí por los partidarios de esta ideología- frente a los del otro.

Mediante la aplicación de medidas correctoras los igualitaristas pretenden en primer lugar reestablecer el equilibrio en aquellas situaciones que perciben como "desiguales”, y después, además, el cambio progresivo del estado de la opinión general, la desaparición de los atavismos y la instauración de una sociedad en que las diferencias entre individuos por razón de sexo no tengan finalmente más importancia que las producidas por el diverso color del cabello, la distinta altura o el diferente timbre de voz.

El paradigma de estas situaciones corregibles es el hecho de que sólo las mujeres pueden quedarse embarazadas. El embarazo no es para quienes así piensan ningún privilegio sino una carga que la naturaleza impone sólo a las personas de sexo femenino. Esta realidad tan "desigual" requiere, según ellos, mecanismos de compensación que reestablezcan el equilibrio perdido en algún momento de la evolución ¿justo antes de que se produjera el dimorfismo sexual que acabó por "afligir" entre otras a nuestra especie? Se hace entonces preciso facilitar por todos los medios a las mujeres la posibilidad de desembarazarse de la vida humana que se ven obligadas a acarrear contra su voluntad, sea ésta original o sobrevenida. Desde esta perspectiva, mucho más extendida de lo que en principio pudiera pensarse, cualquier intento de oponerse a la voluntad de una mujer que desee dejar de ser madre debe ser condenado como un ejercicio injusto de violencia y, lo que resulta más importante para quienes así piensan, como un auténtico atentado contra el progreso hacia la sociedad igualitaria en que todos seremos por fin felices.

Tendrá que ser otro día cuando nos detengamos a pensar si la voluntad de una persona puede erigirse en único y supremo juez de una situación en la que, además de la propia, está involucrada la vida de otro

PERDÓN POR EL LÍO

Quisiera pedir perdón a los lectores de este blog porque últimamente han aparecido como entradas un par de borradores. Ya está la cosa arreglada. Suelo escribir en ratos libres y pequeños y suelo volcar ideas y puras notas para luego ir dándoles forma. Está claro que a pesar de lo distintos que son los botones "PUBLICAR ENTRADA" Y "GUARDAR BORRADOR", a veces los confundo. Perdón.

01 mayo 2009

LO NUEVO DE LA DERECHA

No, no temas, amable lector. No es una entrada sobre política. Sólo quería explicar que en esta sección nueva de ahí a la derecha, en la que me proponía ir contando lo último leído, escuchado o visto, he decidido hoy que pondré únicamente lo que merezca la pena. Lo digo porque acabo de llegar del cine, de intentar ver un película alemana llamada "Un conejo sin orejas" y me he salido de la sala pasados apenas veinticinco o treinta minutos del primer título. Y eso que me he contenido dos veces antes. La verdad es que hacía hoy un día en Madrid como para no perder ni un minuto encerrado en un cine viendo algo que no vale, lamentablemente, ni uno solo de los siete euros que cuesta la entrada.

Lo dicho, ahí a la derecha, sólo lo bueno de lo que lea, escuche o vea.

23 abril 2009

LA MÚSICA DE MI VIDA

Oigo sus primeros chirridos, veo pasar veloces sus sombras negras por las cortinas de la ventana del despacho y no me resisto a dejar inmediata constancia de que han acudido fieles a su cita como cada año. La voz familiar de los vencejos me alegra la mañana, me permite imaginar el cielo azul sin levantarme de la silla y acaba por hacerme pensar en lo difícil que sería la vida sin el canto de las aves.

Podría contar mi pequeña historia a base simplemente de unos cuantos gorjeos bastos de ciertos gorriones de mi infancia, los trinos francos de no más allá de dos o tres jilgueros -colorines entonces para nosotros- entre los albaricoques de la huerta de mis padres; los cantos exóticos de las aves americanas de mi primera juventud: chillidos estridentes, casi humanos, de los arrendajos azules y llamadas rítmicas y sensuales de los cardenales; los descarados plagios silbados de los mirlos madrileños -cómo me hacía reír aquel que entre los álamos de la Residencia de Profesores imitaba con increíble perfección la sirena de las ambulancias- o los chasquidos ruidosos de las urracas chulescas avisando a sus hermanas de la inminencia de un peligro.

Me siento ahora casi como Roy, el androide de Blade Runner, al contar -y esto sin necesidad de ir más allá de Orión- que he tenido el privilegio de escuchar el trino de ruiseñores y alondras en algunas noches de silencio casi extraterrestre durante las que mi juventud se derramó en insomnios asomados a la ventana de un Colegio Mayor frente al Parque del Oeste. Todas la noches, sin faltar una, de aquel julio, con más precisión que un metrónomo, repitió incesante el autillo su ulular mágico, una gota de agua limpia cayendo una y otra vez en el estanque de su pecho, que era inevitable imaginar plumoso y suave.

Soy también el zureo de las palomas torcaces -inauditas en la ciudad cuando yo era un niño, hoy tan comunes en el centro- y los gemidos escalofriantes de algunas tórtolas encaramadas a las encinas de un monte de suelo tan rojo que lo recuerdo ahora como de sangre. Tantas más.

Sabrán Ustedes perdonar este acceso primaveral de poesía, que prometo controlar antes de que me dé por escribir una nueva entrada del blog, pero entiéndanme, es que acabo de reparar en que la música de mi vida es en realidad el canto de esas aves.

03 abril 2009

LA CUESTIÓN DEL ABORTO (V)

Se da además la circunstancia de que la unión entre estos dos individuos es inevitable sólo para uno. Quiere decirse, claro está, para el hijo: porque durante un largo periodo no puede éste existir sino unido a su madre. Desalojado del útero en que se enraíza ese órgano admirable que es la placenta, el nuevo ser no puede sobrevivir sino a partir de un momento muy próximo al de su alumbramiento; en tanto que desembarazada del que crece unido a ella sí puede la madre seguir existiendo sin dificultad. Parece ésta verdad de Perogrullo que de sobra estaría escribir si no fuera porque en ocasiones fijar la atención en lo que se descuenta por conocido permite advertir el desenfoque de un asunto.

Y quizá clarifiquemos esta cuestión reparando en cómo la vida del que viene de camino se encuentra en un estado de máxima fragilidad: uno tan germinal, tan incipiente, que es incluso previo a la independencia física. Y lo más interesante quizá sea que todas las vidas humanas -sin distinción alguna- atraviesan necesariamente por esa fase. A diferencia de lo que ocurre con la vejez, término en que puede o no darse una situación de dependencia absoluta de otro ser humano, en su estadio primigenio y en los inmediatamente sucesivos tendentes al nacimiento, toda vida humana depende necesaria y especialísimamente de una mujer.

No es poco importante esa circunstancia: la de que toda vida humana haya de estar sometida inicialmente a la voluntad de una mujer. Tiene consecuencias. Quizá podamos detenernos a pensar en ellas más adelante.

23 marzo 2009

TENANTES PATICORTOS

Paseando el otro día por la plaza de Oriente, bajé por Bailén y doblé en la esquina de la de la Armería con el propósito de contemplar la hermosa fachada neoclásica, la principal, de palacio. Tenía yo por cierto decidido no volver la cabeza para no tener que enfrentarme de nuevo a la Catedral de la Almudena. Pero no pude evitarlo. Al cabo de un rato me giré. Y la vi. Allí seguía la iglesia del Obispo de Madrid. Justo donde la dejé la última vez que la tristeza que inevitablemente me produce el mal gusto me obligó a apartar de ella la mirada.

Siempre he pensado que Chueca Goitia acertó con la cúpula, que fue valiente y que optó por lo único decente que se podía hacer en un proyecto tan deslavazado como ése. He llegado incluso a amigarme con el hastial de Bailén, de solución estética tan difícil. Pero hay cosas con las que no puede mi hígado: el plan decorativo, ¡ay, el plan decorativo! ¿Quién será el responsable de que la Catedral parezca una falla? Por fuera, me refiero. Lo del interior lo dejamos para otro día.

Tomemos un ejemplo pequeñín: las labras heráldicas de piedra colmenareta que adornan -es un decir- los laterales del cuerpo central de la fachada principal. Pero, hombre, si hasta el cantero más patán sabe que una figura humana contemplada desde abajo y a cierta distancia debe desproporcionarse para que el espectador la perciba, desde su punto de vista, como correctamente formada. Grave que el autor material del disparate no lo advirtiera, pero ¿y el fabriquero -quizá un canónigo- de la Catedral? El responsable del "plan decorativo" ¿quién es? ¿Dónde está?

Un buen ejemplo de proporción adecuada a la mirada humana. El Tardón, la torre del Ayuntamiento de Alcaraz, de Andrés de Vandelvira. Bien podía haber tomado ejemplo de esto el "escultor" madrileño.

La cortimembrez de los tenantes de esos escudos es demasiado parecida a la del "pueblo envuelto en la bandera" de ese espanto que afea la plaza de la República Dominicana (ya hablamos de eso aquí) como para eludir el pensamiento de que el "escultor" de unos y otro sea el mismo. Seguramente lo es y con toda probabilidad sufrirá el castigo de las musas, pero mientras tanto las armas de Juan Carlos de Borbón y las del Papa Juan Pablo II seguirán sostenidas por dos pares de enanos cabezones disfrazados de guerreros primitivos. ¡Qué poco quieren algunos a Madrid!

12 marzo 2009

NUESTROS HERMANOS MAYORES

Me gustaría que ni la triste conciencia que tengo del odio abominable con que a lo largo de la historia han sido tratados por casi todos los pueblos de Europa, ni la crueldad indecible de lo que se hizo con ellos -y con otras minorías- en las décadas de 1930 y 1940, ni siquiera la simpatía -o incluso el cariño- que pueda sentir yo por su cultura, me aparten del propósito de esta entrada del blog: hablar de los judíos al hilo de ese epíteto de moda con que muchos pastores se refieren a quienes practican hoy la Ley de Moisés.

Los hermanos tienen al menos un padre en común. Y en el sentido general y más lato del término puede sin duda afirmarse que por ser parte de la bendita Creación de Dios, todos los hombres somos hijos del mismo Padre y por lo mismo hermanos los unos de los otros, sea cual sea nuestra religión, nuestro origen o nuestra condición. Así lo creo yo.

Sin embargo, desde que comenzó a oírse, la expresión "nuestros hermanos mayores" parece emplearse no en ese sentido general, sino con la intención de subrayar -esto, al menos, me parece a mi, que soy un poco borrico- que los cristianos compartimos con los judíos el mismo Dios y Padre, que compartimos, pues, filiación divina. Puedo sin duda estar equivocado, pero eso es lo que cabe entender al oír a personas investidas de gran autoridad llamar "hermanos mayores" a los judíos.

Pero al menos en mi caso, eso no es cierto. Porque yo no creo en el mismo Dios en que creen hoy los judíos. Yo creo en la Trinidad Beatísima. Creo en un solo Dios Padre del único Dios Hijo Redentor del mundo, y creo que Jesús es ese Dios Hijo. Creo además en Dios Espíritu Santo, que procede de Dios Padre y de Dios Hijo y que es asimismo, en unión de Dios Padre y de Dios Hijo, el único Dios verdadero. No creo, no puedo creer, pues, en un Dios que no sea Padre de Jesús, que no sea Jesús mismo.

Pero ése es precisamente el Dios inexistente en el que creen hoy los judíos. No es ni siquiera el Dios del Antiguo Testamento, porque en las obras de Aquél se prefiguraba la verdad que nos fue revelada después. En éste que hoy proponen no hay nada de verdad viva. Si no se me caen las mayúsculas para nombrarlo es porque siento inmenso respeto por la imagen fosilizada de aquella única verdad que los hombres pudieron conocer desde la creación del mundo hasta la venida de Cristo; pero tras la Encarnación, la Pasión y la Resurreción de su hijo Jesús, una vez nos ha sido predicada su palabra, es gravísimo -mortal- error no reconocer que el Dios que libró a Israel de Egipto es el que nos muestra su intimidad redentora a diario en la persona de Jesucristo, su Mesías, y que alienta y vivifica el mundo a través de la persona de su Santo Espíritu, Dios mismo también.

Sólo Dios sabe, aunque a nosotros nos quepa imaginarla, la inmensa tristeza que le produce el modo especial de descreer que tienen los hijos del Pueblo que Él se eligió al principio de los tiempos para darse a conocer a la humanidad. Esa manera especial de apostatar del Mesías y Salvador -el que había de venir- que está reservada sólo a ellos. Esta particular falta de fe tenía un nombre en español. Un nombre que ahora sólo puede oírse en algunos boleros. Y quizá esto sea para bien.

Niego, desde luego, que los judíos cuenten con una vía autónoma -ajena a Cristo- que conduzca a la salvación, como si el Antiguo Testamento estuviese aún en vigor para ellos. Esto es cosa aparentemente definida, al menos, desde el Concilio de Florencia y por otra parte, la lectura de Gal, 5: 2-4 es bien clara. Tampoco Santo Tomás de Aquino parecía tener ninguna duda al respecto (Summa Theol. : Ia IIæ, q. 107, art. 2,) aunque confieso que las finuras del Aquinate no están hechas para una herramienta tan basta como mi cabeza, así es que habrá probablemente quien discrepe de esto último y me lo haga notar.

Por terminar, dejadme que os diga que pienso que la única relación sana que los cristianos podemos tener con los judíos -entiéndaseme: digo desde el punto de vista espiritual- es mostrarles el amor especial y persistente de Dios hacia ellos e intentar con ardor convertirlos a Cristo. El Apostol nos asegura que al final tendremos éxito en ese propósito (Rm 11, 25-32.) Así lo pide, además, la Iglesia cada Viernes Santo.

11 febrero 2009

LA CUESTIÓN DEL ABORTO (IV)

¿Hablamos, pues, de dos vidas humanas distintas? Está claro que sí. Lícitamente diremos que "de dos seres humanos distintos" porque no cabe concebir la vida humana más que asociada a la individualidad. Se trata, entonces, de dos personas diferenciadas, esto es: constituidas cada una y por sí misma en individuo.

Cierto que uno de los dos individuos existe únicamente "de camino." No "en potencia" sino "in itinere" porque, aunque diminuta e imperceptible durante algún tiempo, la individualidad de la vida más joven se da a todas luces desde el momento mismo de la concepción. No se diría la verdad si se afirmase que esta vida, la del hijo, no es más que una expectativa, una posibilidad. Y esto porque negar al que viene su condición de individuo y su carácter humano nos obliga a equipararlo bien con una excrecencia, lo que a todas luces no es por tener desde el inicio una realidad biológica nítidamente distinta de la de su portadora, y estar ordenadamente dirigido a formar un cuerpo viable y separado del de ésta; o a un parásito, realidad a la que tampoco puede igualarse porque aunque como éstos se nutre del cuerpo humano que lo aloja, el hijo no sólo no es por completo ajeno a la realidad de la madre sino que no puede explicarse, no podría haber llegado a existir en modo alguno, sin el concurso de ésta. Podemos decir pues y sin temor a equivocarnos que desde el mismo momento de la concepción estamos ante un alguien que como todos los álguienes es único e irrepetible. Un ser humano que aunque no esté todavía más que levemente al alcance de nuestros sentidos, ya es.

Resulta además de gran trascendencia el modo en que este individuo está en camino. Como se ha visto, su realidad física se forma unida a la de una mujer. Ambos seres están vinculados del modo más íntimo que físicamente puede darse entre dos humanos: uno "reside" temporalmente en el otro. Éste vínculo es tan intenso que no extraña que algunos erróneamente confundan al hijo con un órgano de la madre y hablen del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Es esta condición vivípara de la especie humana la que convierte en tan misteriosa la relación entre madre e hijo. Y es también y precisamente esta circunstancia la que por frecuente convierte esa misma relación en sabida, en ordinaria, en común.

02 febrero 2009

LA CUESTIÓN DEL ABORTO (III)

Como suele ocurrir cuando se quiere examinar con cierto rigor una cuestión controvertida, si se tiene mínima honradez intelectual, lo primero que hay que determinar es de qué se está hablando: concretar los asuntos que van a ser objeto de debate; pero más que en otros quizá en este caso, en el que como en pocos la ideología es enemiga de la verdad y en relación con el cual a diario se pervierte el lenguaje con desfachatez increíble.

Con profiláctico despego emocional, pues, se dice ahora que la realidad que se quiere examinar aquí es que algunas mujeres libre y voluntariamente, en distintas circunstancias y por diversos motivos:
  1. impiden que el cigoto, esto es: la célula resultante de la unión del gameto femenino y del masculino, les arraigue en el útero o

  2. hacen que se les extirpen de la matriz las primeras formaciones celulares producto de la evolución del cigoto o

  3. hacen que en un momento en el que éstos no pueden sobrevivir fuera de la madre, se les extraiga del útero el embrión o el feto de que están embarazadas, o

  4. hacen que se les extraiga de su interior un feto que hubiera podido sobrevivir fuera de ellas.

Todo esto -con mayor o menor frecuencia- ha ocurrido siempre y sigue ocurriendo hoy. Algunas mujeres, en algunas ocasiones, han ido contra el curso natural de las cosas y han acabado con la vida de que les había hecho portadoras una circunstancia habitualmente desgraciada. Normalmente desgraciada, sí, la circunstancia en que se originó esa nueva vida y desgraciada siempre la que le pone término. Porque aproximarse a la realidad del aborto sin pensar que la madre es habitualmente una persona a la que aflige acabar con la vida que custodia, es tanto como no querer ver. Y la verdad sólo se erige sobre el pedestal de la realidad.

Para los que han seguido leyendo hasta aquí, será necesario convenir que el otro protagonista de la historia es un alguien. Ésta es la clave. Todo el mundo lo tiene claro ya. Julián Marías -como correspondía a su privilegiada inteligencia- fue quizá el primero que lo expreso claramente (aquí, por ejemplo.) Pero es patente que cuando se habla del aborto, se habla de dos vidas personales y distintas. Dos: la de la madre y la otra que está en camino.

Sobre todo esto, seguiremos construyendo más adelante.

22 enero 2009

LA CUESTIÓN DEL ABORTO (II)

Pregunta Josu Jon, con su mirada algo estrábica hoy, si la descomposición intestinal que sufre no tendrá su causa en un programa de televisión que vimos juntos hace un par de noches. La verdad es que pregunta esto más por buscar alguna explicación a sus excursiones nocturnas al rincón de la cocina donde se alivia últimamente, que por criticar el modo de hablar de las dos señoras intervinientes en aquel remedo de debate. Es lo que tiene ser perro: la moral, la política y otras nobles ocupaciones del intelecto -incluidas todas las artes y las ciencias- le preocupan menos a uno que la situación del propio tracto digestivo y la mala leche del amo recién levantado y agarrado al palo de una fregona con cara de "si te acercas a mi, te corto el hocico."

Probablemente no fue sólo ese programa de televisión lo que descompuso al pobre Josu. Hay que tener en cuenta que el animal ya vio en su día las imágenes del bello balandro holandés Women on Waves y a la inevitable Pilar Bardem dirigiendo la banda de música y el comité de bienvenida en el puerto de Valencia. El resto lo obró sin duda la lectura que hicimos muy formalitos, sentados los dos en el sofá, de un artículo durísimo en el que Prada llamaba brujas, así sin mucho ambage, a las del barco y a las del comité de bienvenida (la banda de viento metal se salvaba de milagro, o igual ni eso.)

¿Será que en esto del aborto no se puede hacer otra cosa que reproducir las mismas ideas estereotipadas que se vienen oyendo desde hace cincuenta años? ¿Es preciso escenificar , por otra parte, esta pesadísima obra de teatro siempre con los mismos actores? De un lado, esa rubia pija que se toca muchísimo el pelo y mueve con nerviosismo una cascada de sonoros y dorados collares y pulseras mientras habla de niños asesinados y cocea sin piedad la gramática española; y del otro, una feminista feísima con el corte de pelo de Calimero y la retorcida e hipócrita semántica de un miembro del PCUS.

Con estos elementos, no es de extrañar que la gastroenteritis se apodere de las tripas de tantos mamíferos que ven la televisión y leen los periódicos. Josu Jon, blanco y canela de la raza shi-tzu, entre ellos.

20 enero 2009

ECUMENISMO CÓSMICO O CÓMO ACABAR CON LA AFICIÓN

Estas cuatro "otoitzak" que van a continuación (signos de puntuación y todo lo demás incluido) están extraídas del "material litúrgico" con que cierta provincia de una congregación religiosa -de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con Santo fundador y todo- anima a sustituir el "material litúrgico" oficial, o sea: la versión canónicamente aprobada del breviario (que algún cerebro de la congregación debe considerar caduca y digna de periclitar aunque sólo sea por eso: por aprobada oficialmente.)

Otoitza. Oración.

Dios nuestro, Padre, admiramos y comulgamos profundamente el misterio que revela y transpira este Cosmos universal. En Jesús nosotros los cristianos hemos experimentado una densidad mayor de tu presencia, que cada día sentimos ampliarse sin límites, por el despliegue que el Universo realiza ante nosotros, incesantemente. Queremos mantenernos en un silencio contemplativo, de acogida y adhesión, y renovamos nuestra comunión universal, contigo, con nuestros hermanos y con toda la realidad. Como, a su forma, hizo también Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Por los siglos de los siglos. Amén.

Otoitza. Oración.

Oh Dios, Padre del género humano, que habitas e inhabitas el interior de esta materia espiritual el Universo. Ayúdanos a captar tu inefable mensaje de convergencia universal en el amor, de armonización solidaria en la justicia, y de perenne creatividad evolutiva en la esperanza. Nosotros te lo pedimos inspirados por nuestro hermano Jesús, tu hijo, y por todos los demás mediadores que a través de los tiempos has suscitado en esta humanidad que no cesa de buscarte. Por los siglos de los siglos. Amén.

Otoitza. Oración.

Oh Dios que en todas las religiones has manifestado a los humanos lo que a nosotros nos has revelado más específicamente en Jesús: que el amor y la misericordia son el culto que esperas de nosotros. Te pedimos que todas las religiones de la tierra, todos los pueblos que has ido guiando hacia a ti, demos el paso al diálogo religioso y a comulgar en esa primacía del amor y de la misericordia, por encima de todas las diferencias de doctrinas, dogmas, teologías y leyes de las instituciones religiosas. Te lo pedimos por el amor que has manifestado a todos los pueblos a lo largo de la historia, por los siglos de los siglos.

Otoitza. Oración.

Te invocamos, Fuerza y Misterio del Universo, a quien reconocemos como energía original, Padre, Dios Universal. Nosotros creemos que en Jesús de Nazaret, y en los maestros espirituales de todas las religiones del mundo, Tú has salido al encuentro de la humanidad, para hacernos entrever el misterio inescrutable en que vivimos, nos movemos y hacia el que caminamos. Respetuosos con tu silencio, expresamos nuestro deseo de contribuir a que todo ser humano descubra que Tú eres Vida y nos llamas a la Vida. Te lo expresamos caminando tras los pasos de Jesús de Nazaret, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén

Fascinante, ¿verdad?

Tomemos la primera. Ésta, al menos, parece cristiana Se dirige a un Dios al que llama Padre, reconoce la filiación divina de Cristo, al que pone a nuestro lado como hermano y al que -¡oh, expresividad del alma inspirada!- hace responsable de cierta "mayor densidad" con que venimos percibiendo la presencia divina en los últimos tiempos. Impagable la renovación de la comunión universal con Dios, con los hermanos y con la realidad (esta última muy recomendable para no tragarse una farola al caminar por la calle.) Lo mejor es el final: según nos enseña la oración, todo esto de la comunión universal con Dios, los hermanos y las farolas también lo hizo Jesús... "his way".

La segunda hace palidecer de envidia a la primera. Y es que, aunque ya no es tan claramente cristiana, invoca a una deidad que habita "e inhabita el interior" de una materia espiritual llamada Universo (¿quién dijo que el misticismo y la filosofía están reñidos, eh?) y a la que pide ayuda para poder captar cierto inefable mensaje divino de convergencia en el amor, de armonización en la justicia y de creatividad en la esperanza. Una cosa está clara: el mensaje es inefable. ¿Que de dónde le viene la inspiración al orante? Pues está claro: de los muchos mediadores que Dios ha suscitado a lo largo de la historia de la Humanidad, uno de los cuales fue por cierto su Hijo Jesús.

La tercera, ay, la tercera. Ahí tenemos pan-ecumenismo cósmico en estado puro. Veamos: según la oración Dios habría manifestado a la humanidad en todas la religiones que el culto que Él espera es de amor y misericordia. En todas, oiga, en toditas las religiones de todos los tiempos: Isis, Dionisos, Baal, la serpiente emplumada, Alá, el libro de Mormón, Buda, Zoroastro... el mensaje común a todos es que Dios espera un culto de amor y misericordia. Cierto que a nosotros los cristianos esta revelación se nos ha hecho de un modo más "específico" (la misma que a todos los demás -la revelación, vaya- pero más específicamente.) El resultado es que ahora que somos por fin conscientes de esta verdad universal podemos impetrar de Dios que queden arrumbados de una vez todos los dogmas, las doctrinas, las teologías, las leyes, las instituciones religiosas y otras futesas y que podamos así por fin comulgar todos en la supremacía del amor y la misericordia, que a fin de cuentas es lo que importa.

La cuarta es estupenda: en mi opinión hubiese resultado mucho más expresiva si se hubiese intercalado en la primera frase el nombre de esa fuerza, de ese misterio, de esa energía original, de ese padre y dios universal, o sea: la Pachamama. Menos mal que a continuación ya se nos dice que no es sólo la Pachamama, no. Hay que abrir la mente. De hecho, el orante, reconoce que en los maestros espirituales de toooodas las religiones del mundo se ha manifestado esa energía, ese padre y dios universal, esa fuerza y ese misterio... con el propósito de dejarnos entrever el otro inescrutable. Entrever lo inescrutable. El lenguaje de los místicos es así. Bueno, cuidadito: para que todos reconozcan que esa energía es vida y que llama a la vida, como no quedaba otro remedio, el orante añade que él sigue mansamente los pasos de un maestro espiritual llamado Jesús. En fin.

Seré soberbio y deslenguado, pero no puedo evitar pensar en cuánto mejor nos iría a algunos, ¿a muchos?, si algunos religiosos dedicaran su tiempo a recitar el breviario y a hacer lo que les toca en lugar de descubrir de nuevo a Manitú.