04 agosto 2008

CANDIDEZ

Piensa uno que, como se repiten hora tras hora en los boletines de la radio o con periodo aun más breve en esos tiovivos informativos en que consisten los canales de televisión dedicados a las noticias, las que llaman nuestra atención van a estar siempre ahí orbitando alrededor de un centro incógnito e inmutable habitado por la diosa Verdad. Pero naturalmente no es así. Esa semidiosa de genio caprichoso y atolondrado que llaman Actualidad monta y desmonta del carrusel a unas y a otras y permite a éstas dar dos vueltas más mientras hace apearse a aquéllas cuando apenas si hace unas horas que se han subido al caballito. Y así sucede que, un poco por pereza del receptor y otro poco por la propia naturaleza del método empleado para comunicárnoslas, no se sabe al final con certeza si las noticias que uno oyó o vio existieron alguna vez tal y como se creyó haberlas visto u oído

Da igual. Lo dijera de manera más o menos próxima a como a continuación va transcrito, lo cierto es que resulta muy posible que una política criada en Albacete, encumbrada recientemente por su partido a puesto de gran responsabilidad, se hubiera enfundado hace unos días en un traje blanco, hubiera tomado un ramo de flores blancas y a la vez que las depositaba a los pies de un grupito escultórico que pese a su indescriptible fealdad intenta honrar la memoria de doce guardias civiles que mató la ETA por principal mano de un asesino que acaba de salir de prisión, con blanca si aplomada voz pudiera haber dicho, precisamente en el calor de un acto de homenaje a aquellos doce pobres hombres, algo tan estúpido como lo siguiente:

"Si tenemos leyes que dejan salir a los asesinos a la calle, si tenemos leyes capaces de hacernos sentir tan indignados como nos sentimos ahora, entonces las tendremos que cambiar. Porque no hay que olvidar que en democracia las leyes deben responder a la sensibilidad ciudadana"

Como sería raro que una abogada del Estado se sorprendiera al comprobar que existen leyes que no sólo permiten sino que mandan poner en libertad a los delincuentes que han saldado sus cuentas con la Justicia, deberíamos imaginar que -de haberse despeñado de tal modo por la sima del marujilpopulismo- lo que esta señora en realidad querría haber dicho es que para según qué delitos las penas que contempla el Código Penal deberían endurecerse e incluso que, sosegado el ánimo, habría que pararse a pensar si la cadena perpetua y la pena de muerte son posibilidades punitivas que hay que examinar con más ciencia y con menos prejuicios, aunque sólo sea para intentar dar solución a ciertos graves problemas de política criminal.

De igual modo habría que descartar la posibilidad de que esta ilustre jurista, en el colmo de la estolidez, hubiese querido hacer bandera de la idea según la cual lo que las leyes "nos hacen sentir" constituye uno, si no el primero, de los criterios para mantener su vigor, modificarlas o derogarlas. Proposición esta según la cual, si las leyes nos hacen sentir bien, las mantenemos en los códigos; si nos hacen sentir indignados las modificamos y si nos hacen sentir mal, pero que muy mal, las abolimos. No, no. Esto no puede ser: seguro que no pudo haberlo dicho así, porque para cualquier político digno -y ella esto último lo parece en grado sumo- el único criterio inteligente para dictar, enmendar o derogar leyes es su mayor o menor grado de Justicia, y no el modo en que hagan sentir a nadie.

Y es que lo de la sensibilidad ciudadana no pasa de pura cursilería. En democracia, como en cualquier otro régimen político que aspire a no ser una tiranía, lo que debe guiar el espíritu del legislador es el deseo de alcanzar Justicia, o sea: proteger al más débil respetando siempre ciertas libertades individuales que -nos pese más o menos en según qué momentos de la historia- han de ser igualmente reconocidas a todos los que estén en idénticas circunstancias.

Por eso no hay que perder la esperanza de que en breve plazo, y siquiera sea para sacarnos del error a los que creímos haber oído semejante ejemplo de parvulez política e intelectual, la bella manchega se ciña el refajo que seguramente tiene ya listo y planchado para la feria de septiembre, adelante la calzada del moño de picaporte y nos diga alto y claro que ciertamente no dijo lo que nos pareció oír.

1 comentario:

Unknown dijo...

Madrid, 10 de agosto de 2008

Al leer tu artículo y pensar sobre el contenido de sus palabras, no puedo más que estar en total acuerdo contigo en lo referente a su falta total de razón y discurso. Pero no es este un caso aislado, veo con frecuencia que la clase política nunca está a la altura de la clase pensante del pueblo que representan.

Mientras sigan creyendo que se dirigen a idiotas útiles que les pagamos el sueldo para que tengan la oportunidad de dar a luz públicamente absolutas incongruencias como la que nos ocupa, no veremos ningún gesto inteligente. Sean quienes sean los que caigan a manos de otros insensatos criminales que creen que "la idea de independencia y libertad" de las que se encumbran abanderados no es más que una forma vulgar de patrioterismo fatuo para tiranizar a los demás y hacer prevalecer su errada idea de justificar sus propias vidas a través de hacerse notar, aún por la vía más infame que es la violencia de todo tipo, como suelen hacer los mediocres, débiles de espíritu y faltos de razón.

La misma soberbia opera en los dos bandos (el criminal y el de los párvulos políticos) acompañada de un grado muy elevado de contumacia, que jamás les permitirá verse tal cual son, a menos que "tu Dios" les toque con su infinita gracia y se acepten tal cual son y no como creen que son.

El problema no está en lo que dicen sino en que otros ineficaces pensantes SE LO CREAN.

El desmérito de sus afirmaciones no es propiedad absoluta de la política manchega sino de los que lo hacen creíble y veraz

Difícil tarea la de discernir cual es el camino que debemos tomar.

Gracias por iluminarnos el pensamiento. La Mayéutica funciona siempre.

C.Bonini.