11 febrero 2009

LA CUESTIÓN DEL ABORTO (IV)

¿Hablamos, pues, de dos vidas humanas distintas? Está claro que sí. Lícitamente diremos que "de dos seres humanos distintos" porque no cabe concebir la vida humana más que asociada a la individualidad. Se trata, entonces, de dos personas diferenciadas, esto es: constituidas cada una y por sí misma en individuo.

Cierto que uno de los dos individuos existe únicamente "de camino." No "en potencia" sino "in itinere" porque, aunque diminuta e imperceptible durante algún tiempo, la individualidad de la vida más joven se da a todas luces desde el momento mismo de la concepción. No se diría la verdad si se afirmase que esta vida, la del hijo, no es más que una expectativa, una posibilidad. Y esto porque negar al que viene su condición de individuo y su carácter humano nos obliga a equipararlo bien con una excrecencia, lo que a todas luces no es por tener desde el inicio una realidad biológica nítidamente distinta de la de su portadora, y estar ordenadamente dirigido a formar un cuerpo viable y separado del de ésta; o a un parásito, realidad a la que tampoco puede igualarse porque aunque como éstos se nutre del cuerpo humano que lo aloja, el hijo no sólo no es por completo ajeno a la realidad de la madre sino que no puede explicarse, no podría haber llegado a existir en modo alguno, sin el concurso de ésta. Podemos decir pues y sin temor a equivocarnos que desde el mismo momento de la concepción estamos ante un alguien que como todos los álguienes es único e irrepetible. Un ser humano que aunque no esté todavía más que levemente al alcance de nuestros sentidos, ya es.

Resulta además de gran trascendencia el modo en que este individuo está en camino. Como se ha visto, su realidad física se forma unida a la de una mujer. Ambos seres están vinculados del modo más íntimo que físicamente puede darse entre dos humanos: uno "reside" temporalmente en el otro. Éste vínculo es tan intenso que no extraña que algunos erróneamente confundan al hijo con un órgano de la madre y hablen del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Es esta condición vivípara de la especie humana la que convierte en tan misteriosa la relación entre madre e hijo. Y es también y precisamente esta circunstancia la que por frecuente convierte esa misma relación en sabida, en ordinaria, en común.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El aborto es algo más que un asesinato, existe algo que las supuestas futuras madres, y menos aún los supuestos futuros padres desconocen, abortar es cortar alas a una felicidad regalada, abortar es ser irreflexivo e imprudente, es la representación de un alto grado de inconsciencia. Abrazo fuertemente el pleno convencimiento y la total seguridad que en aquellos casos en que una persona decide abortar carece por completo de psique humana, no sabe lo que hace, si en verdad supiera que gran parte de su felicidad depende de esa pequeña vida que lleva dentro, y al referirme al termino vida, hago implícito todo cuanto conlleva ser un ser humano desde el primer día que se es concebido. Concebido significa amado. Desde el primer momento en que una mujer decide de motu propio dejar de ser fértil, por el mero hecho de disfrutar de su sexualidad a pleno rendimiento, está dejando de ser quien debe ser, está frivolizando con la propia naturaleza y con la vida que ésta nos regala. Siento verdadera misericordia por esas personas. Creanme, sé lo que digo.

Viator iens dijo...

Es una perspectiva en la que no había reparado. En efecto, rechazar un regalo es exactamente eso que Usted dice. Es más, probablemente sea necesario, imprescindible,actuar con ese alto grado de inconsciencia para poder liquidar la vida de la que la naturaleza ha hecho portadora a una mujer. Gracias por comunicar sus ideas y, en este caso, su experiencia.